jueves, 25 de febrero de 2010

25.

DEL MODO COMO LAS BRUJAS SE TRANSPORTAN DE UN LADO A OTRO


Ahora debemos abordar sus ceremonias y sus costumbres de proceder en sus obras: en principio lo que hacen respecto de sí mismas y sus propias personas. El transporte de un lugar a otro se encuentra entre sus principales acciones, como el hecho de entregarse a torpezas carnales con los demonios íncubos; trataremos de cada una de ellas comenzando por el transporte corporal.

Conviene notar aquí que este transporte supone una dificultad (como ya se ha dicho a menudo) a causa de un único texto el canon Episcopi, en el que se dice: no puede admitirse que algunas mujeres infames, pervertidas por Satán y seducidas por las ilusiones y los fantasmas del diablo crean y digan que van por la noche con Diana (diosa de los paganos) o Herodíade y una multitud enorme de mujeres, cabalgando sobre ciertas bestias, recorriendo largos espacios en el silencio de la noche y obedeciendo a esta diosa como a su dueña... También, los sacerdotes de Dios deben predicar al pueblo para que sepa que todo esto es completamente falso y que semejantes fantasmas en los espíritus de los fieles provienen, no del espíritu de Dios, sino del mal espíritu; supuesto que Satán mismo adopta diversas imágenes y semejanzas, y, engañando por medio de sueños el alma que tiene cautiva, la conduce hacia todas las desviaciones (1). Aquí se predica públicamente, a partir de algunos ejemplos conocidos, como el de San Germán y el de otro que observó a su hija a este respecto, que todas estas cosas resultan completamente imposibles. Y se aplica de forma indistinta todo ello tanto a las brujas como a sus obras. Como si sus actos que se refieren a los hombres, a los animales, a los frutos de la tierra, no les debieren ser atribuidos: siendo sus transportes puramente fantasmagóricos, igualmente sus obras serían ilusiones que ellas se fraguasen queriendo causar males. En la primera cuestión de la primera parte se ha refutado esta opinión considerándola como herética: va en contra de la permisión divina respecto del poder del diablo que puede extenderse a un mayor número de cosas en este género. Va también contra el espíritu de la Sagrada Escritura; causa un daño intolerable a la Santa Iglesia en la que desde hace muchos años las brujas han estado tranquilas a causa de esta opinión pestilente que amputa al brazo secular el poder de castigarlas. De aquí que hayan crecido tan desmesuradamente que resulte ya imposible el aniquilarlas. Por ello el lector diligente considerará cuanto hasta aquí ha sido expuesto para la destrucción de esta opinión; y, sobre la cuestión actual, notará lo que hace a estos transportes, de qué manera son posibles y las respuestas a los ejemplos que hemos puesto antes.

Se demuestra de diversas maneras el que las brujas puedan ser transportadas corporalmente. Primero a partir de las otras operaciones de los magos. Si ellas no pudiesen ser transferidas ello se debería a que Dios no lo permite, o a que el Diablo no puede hacerlo, so pretexto de que esto repugnaría a la criatura. Pero esto no se debe a la primera razón (la permisión de Dios) cuando se pueden hacer cosas resulta lógico el que también puedan hacerse las pequeñas. Pero a menudo se realizan tales cosas sobre niños y sobre hombres, como se ven con respecto de los justos y demás hombres constituidos en gracia. A quien pregunte si son posibles las sustituciones de niños efectuadas por obra del diablo y si el mismo puede transferir, contra su voluntad, a un hombre de un lugar a otro, se responde: la primera cuestión, sí. Efectivamente, Guillermo de París, en la última parte de su Tratado del Universo, dice: Las sustituciones de niños pueden hacerse en la medida en que permitiéndolo Dios, el demonio puede, u ocupar el lugar del niño, o realizar el traslado. A estos niños miserables y gimientes; cuatro o cinco mujeres no serían capaces de amamantarlos, nunca alcanzan su desarrollo incluso cuando alcanzan un peso desmesurado. Pero esto no conviene afirmarlo ni negarlo ante las mujeres dado el enorme pánico que tienen de concebir seres semejantes. Conviene enseñarles que deben consultar a los clérigos (2). Dios lo permite a causa de los pecados de los padres, cuando los hombres maldicen a sus mujeres encintas: quisiera que el diablo te llevase o cosas parecidas. Las mujeres enfadadas se expresan también de la misma manera. Segundo, en cuanto a lo que puede ocurrir a los hombres, a veces incluso a los justos, también encontramos numerosos ejemplos: Vicente de Beauvais (3), en su Espejo Histórico, citando a Pedro Damián, relata la historia de un niño de cinco años, hijo de un hombre perteneciente a la alta nobleza; este niño era monje en aquel momento. Una noche fue transportado desde el monasterio hasta el molino que se encontraba cerrado, donde fue hallado por la mañana. Interrogado, contestó que había sido llevado por dos hombres para un enorme banquete y que había sido instado a comer. Tras de ello le habían arrojado al molino por la trampa de arriba.

Y puesto que se habla de los magos que en nuestro lenguaje usual llamamos nigromantes, que son transportados a menudo por los aires por los demonios, con frecuencia hacia tierras lejanas, conviene que se trate algo acerca de ellos. A veces persuaden incluso a los otros para que vayan con ellos sobre un caballo, que en realidad no es un caballo sino el mismo demonio bajo esta forma. Se dice que advierten entonces a sus compañeros para que no hagan el signo de la cruz.

Aunque somos dos los que redactamos este tratado, sólo uno de nosotros ha encontrado y visto hombres semejantes: por ejemplo uno que era antes maestro de escuela y ahora sacerdote en la diócesis de Freysing, tenía la costumbre de contar que una vez había sido levantado a los aires por el diablo y conducido a lugares apartados. Igualmente también otro, sacerdote en Oberdorf, una fortaleza, próxima a Landshut, que era en aquel tiempo amigo de uno de nosotros vio con sus propios ojos semejante transporte. Contaba de qué manera el hombre era transportado con los brazos extendidos, y cómo gritaba aunque sin lamentarse. La causa de ello era la siguiente: un día, numerosos estudiantes se habían reunido para beber cerveza y todos se pusieron de acuerdo para que aquel que sirviera la cerveza no pagase. Pero uno de los compañeros yendo a buscar la cerveza, cuando abrió la puerta, vio una espesa nube situada delante de la entrada. Aterrorizado volvió, y manifestando la razón, hizo comprender a los otros que no quería traer la bebida. Entonces otro gritó con fuerza: yo traeré de beber aunque el diablo mismo esté ahí. Salió, pero ante la vista de todos fue transportado por los aires. Indudablemente conviene admitir también que estas cosas ocurren no sólo a los que velan, sino también a los que duermen: en medio de sus sueños se ven transportados por los aires local y corporalmente. La cosa está clara también para el caso de algunos que mientras duermen caminan sobre las tejas de las casas y de otros enormes edificios. Nadie puede oponerse a su camino ni arriba ni abajo; pero si los espectadores les llaman por sus nombres, inmediatamente caen al suelo como fulminados. Algunos piensan, y no sin razón, que ello se debe a la acción de los demonios. Los demonios son de diferentes especies; algunos, que proceden del coro inferior de los ángeles, además de la pena de daño de la que sufren eternamente, sufren también pequeñas penas como por pequeñas faltas. Estos no pueden herir a nadie, al menos gravemente, pero pueden gastar bromas. Los otros, que son íncubos y súcubos, castigan a los hombres durante la noche manchándolos con el pecado de la lujuria. No resulta sorprendente que se entreguen a los susodichos excesos. La verdad puede obtenerse de las palabras de Casiano, en sus Colaciones, allí donde dice que no se puede poner en duda que hay tantos malos espíritus cuantos malos deseos se dan en el hombre. Efectivamente un gran número de aquellos que son llamados faunos, a los que nosotros llamamos Grollen o Schreteln, numerosos en el reino de Noruega, resulta manifiesto que se trata de estos seductores y bromistas de tal género. Estos habitan ciertos lugares y ocupan ciertos pasos. No pueden hacer mal a los que pasan con torturas, se contentan con la mofa y el engaño, buscan más molestar que hacer daño. Algunos visitan únicamente a los hombres durante la noche por medio de pesadillas. Otros resultan tan furiosos y tan brutales que no se contentan con atormentar durante un largo espacio de tiempo los cuerpos de aquellos a quienes poseen; se precipitan desde los altos sobre los que pasan e intentan golpearlos con golpes salvajes. Casiano quiere decir que no sólo poseen a los hombres sino que les atormentan horriblemente como aquellos que describe el evangelio de Mateo (4). De aquí que nosotros podamos concluir en principio que no conviene decir que las brujas no tienen traslados locales porque Dios no lo permite. Si los permite para los justos y los inocentes e incluso para los magos, ¿cómo no va a hacerlo con aquellas que se encuentran entregadas al diablo por completo? Y para hablar según el temor de Dios: ¿No vemos cómo el diablo arrebató a nuestro Salvador, conduciéndolo de acá para allá como atestigua el Evangelio? (5)

Nuestros adeversarios tampoco pueden apoyarse sobre el segundo argumento: que el demonio no podría hacer esto. Efectivamente, se ha visto más arriba, existe en él una fuerza de la naturaleza que supera a toda potencia del cuerpo, de tal modo que no puede ser comparada con fuerza terrestre alguna, según la palabra: no existe potencia incluso entre los buenos ángeles en el cielo. La naturaleza no se ha visto disminuída por la caída, y únicamente se han perdido los dones gratuitos. Por ello permanecen siempre en él aunque se hayan visto oscurecidas o encadenadas. De aquí el sentir de la Glosa acerca del texto de más arriba: "Incluso si supera todo se encuentra sometido al mérito de los santos"(6).

De nada sirve tampoco objetar dos cosas: primero que el alma podría resistir y que el texto parece referirse a un diablo en particular, es decir, a Lucifer, puesto que está redactado en singular. Este fue quien tentó a Jesús en el desierto y sedujo al primer hombre; ahora se encuentra encadenado. Los otros ángeles tampoco gozan de una fuerza semejante, puesto que él les supera a todos. De aquí que los otros no sean capaces de transportar por los aires a hombres buenos o malos de un lugar a otro. Pero estas instancias no valen: hablamos en principio de los ángeles. El más pequeño de los ángeles supera incomparablemente a toda potencia humana. Y ello se prueba por muchas maneras: primero por la potencia espiritual, luego también porque la potencia del ángel o incluso la del alma es más fuerte que la potencia corporal. Segundo, en cuanto al alma: toda forma corporal se encuentra individualizada por la materia y determinada en el tiempo y en el espacio en tanto que existe como nuestra alma; las formas inmateriales, por el contrario, son las inteligencias absolutas, y, en consecuencia, tienen una potencia absoluta y universal. Esta es la razón por la que el alma unida al cuerpo no puede transportarlo súbitamente de un lugar a otro ni elevarlo en el aire. Podría hacerlo si subsistiese separada y si Dios lo permitiera; pero todo ello resulta posible con mayor razón al espíritu total y completamente inmaterial, como es el ángel bueno o malo. Así un ángel bueno transportó en un instante a Habacuc de Judea a Caldea. He aquí la razón por la que se concluye que aquellos que durante la noche, en medio del sueño, son llevados sobre edificios elevados, no lo son por sus propias almas; los son por influjo de los cuerpos celestes o por otra causa más alta (7). Tercero, se encuentra como algo propio de la naturaleza eel cuerpo el que este sea movido inmediatamente por el espíritu en el espacio; primeramente porque el movimiento local es el primero de los movimientos y además porque es el más perfecto de los movimientos corporales. El Filósofo prueba, en efecto, que el movimiento corporal local no procede intrínsecamente del poder de un cuerpo como tal, sino que procede de una fuerza exterior únicamente. Así se puede concluir no tanto a partir de los santos doctores como de los filósofos, que los cuerpos más elevados, se encuentran movidos por esencias espirituales y por inteligencias separadas que son buenas por naturaleza y por intención. Vemos igualmente que el alma es la causa primera y principal del movimiento local para el cuerpo (8). Luego se debe decir que ni en tanto que cuerpo, ni en razón de su alma, el cuerpo humano puede obstaculizar el ser súbitamente transportado, permitiéndolo Dios, desde un lugar a otro por una sustancia espiritual: buena de voluntad y naturaleza cuando se trata de transportes de los buenos establecidos en la gracia; buena de naturaleza, pero no de voluntad, cuando se trata del transporte de los malos. Si alguno quiere ver a Santo Tomás que recorra varios textos (9).

En cuanto al modo del transporte, resulta ser este: como se ha visto más arriba, las brujas, por instrucción del diablo, fabrican un ungüento con el cuerpo de los niños, sobre todo de aquellos a los que ellas dan muerte antes del bautismo; ungen con este ungüento una silla o un trozo de madera. Tan pronto como lo hacen se elevan por los aires, tanto de noche como de día, visible o invisiblemente, según su voluntad, porque el diablo puede ocultar un cuerpo interponiendo otro objeto, como se ha dicho más arriba en la primera parte tratando de los prestigios y las ilusiones del diablo. En verdad, por medio de este ungüento, realizado con el fin de privar a los niños de la gracia y la salvación, el demonio actúa la mayor parte de las veces; empero parece que muchas veces ha realizado transportes semejantes sin su ayuda. A veces transporta a las brujas sobre animales que no son animales verdaderos, sino demonios que han adoptado su forma; o incluso ellas se transportan sin ninguna ayuda exterior, simplemente por el poder del diablo que actúa invisiblemente. Una historia de este transporte, visible de día: en la ciudad de Waldshut, sobre el Rhin, en la diócesis de Constanza, había una bruja tan detestada por las gentes del país, que no había sido invitada a la celebración de una boda. Como resultó que todo el mundo asistía a ella, indignada, consideró que debía vengarse. Hizo llamada al diablo, le manifestó la causa de su tristeza, y le pidió que suscitase una tempestad con el fin de dispersar a los que danzaban. El diablo consintió en ello, la levantó de la tierra y a través de los aires la llevó sobre una colina cerca del pueblo, ante los ojos de algunos pastores. Allí, como dijo después, no tenía agua para verterla en un agujero -ya se verá que este es el método que ellas usan para levantar tempestades-; entonces vertió orines en lugar de agua en el agujero que había cavado con sus manos; después la removió con el dedo en presencia del diablo, según su costumbre; inmediatamente, el demonio, lanzando este líquido al aire desencadenó una tempestad violenta de pedrisco que cayó únicamente sobre los danzantes y sobre aquella región. Dispersáronse todos y discutiendo entre ellos la causa de tal tempestad, vieron poco después al retornar a la ciudad a la bruja. Esto agravó sus sospechas, pero cuando los pastores contaron lo que habían visto, las sospechas se hicieron más violentas. Se detuvo a la bruja y ella confesó que había hecho todo esto por no haber sido invitada. Por este y otros numerosos maleficios que había cometido fue quemada.

Puesto que el rumor público de estos transportes se extiende sin cesar, incluso entre el pueblo, resulta innecesario añadir aquí más pruebas. Las expuestas hasta aquí serán suficientes, así lo esperamos, contra aquellos que niegan absolutamente los transportes de este género o que intentan afirmar que son únicamente de tipo imaginario o fantasmático. Realmente dejarles en su error no significaría nada; incluso no merecería la pena hacerle caso, si el error no llevase al desprecio de la fe. Pero, no contentos con su error, no temen extenderlo y aun divulgarlo para aumento de las brujas y detrimento de la fe. Aseguran que todos los maleficios verdaderos y reales que se les imputa a justo título como instrumento de los demonios, se les debe atribuir como a inocentes, a la manera de las imaginaciones y las ilusiones; e incluso esta especie de transporte fantástico. Por esta razón muchas brujas permanecen impunes con gran desprecio del creador y para su presente proliferación. Empero los argumentos alegados en el principio no resultan un gran apoyo: se alega en primer lugar el canon Episcopi en el que se afirma que estos transportes son fantasmáticos e imaginarios. Pero, ¿quién será tan loco que quiera concluir a partir de ello que no puede haber igualmente transportes corporales? Porque al final del Canon se dice: aquel que cree que el hombre puede ser cambiado en mejor o peor, transformado en otra especie, este ha de ser juzgado peor que un infiel o un pagano. Pero ¿quién va a concluir a partir de ello que los hombres no pueden ser transformados en bestias por una ilusión mágica o que no pueden pasar de la salud a la enfermedad, como de mejor a peor? No, cualquiera que de esta forma se mantuviese en la superficie de las palabras del Canon, tiene un espíritu contrario al de todos los santos doctores, e incluso también a la enseñanza misma de la Sagrada Escritura. La opinión contraria se encuentra suficientemente probada por todo lo dicho en diferentes lugares de la primera parte de este tratado. Conviene, por tanto, estar atentos al núcleo de las palabras del Canon: ya se ha dicho en la primera cuestión de la primera parte, respondiendo al segundo de estos tres errores; incluso cuando se ha hablado de las cuatro cosas que deben anunciar los predicadores al pueblo... Las brujas efectivamente son transportadas a la vez corporal y fantasmáticamente, como aparece claro a partir de sus propias confesiones: no tanto de las de aquellas que han sido quemadas como las de aquellas que han vuelto a la fe y la penintencia. Entre estas había una mujer, en la ciudad de Brisach: interrogada por nosotros, para saber si las brujas podían ser transportadas corporalmente o bien de una forma imaginativa y fantasmática, respondió que esto podía hacerse de dos maneras. Si en un caso no querían ser transportadas corporalmente, pero, no obstante querían saber todo cuanto había ocurrido en la asamblea de sus compañeras, empleaban el siguiente método: en el nombre de todos los demonios se acostaban para dormir sobre el lado izquierdo. Entonces salía de su boca un vapor glauco, a través del cual podían ver claramente cuanto ocurría. Por el contrario si ellas deseaban un transporte corporal, era necesario observar el método susodicho.

Después, para entender el canon en toda su desnudez, sin comentario alguno, ¿quién será tan tonto que continúe afirmando que todos los maleficios y crímenes son fantasmáticos e imaginarios, mientras que todo lo contrario aparece a los ojos de todos? Sobre todo porque hay varias especies de superstición -existen catorce-; entre las cuales la raza de las brujas constituye el grado supremo en cuanto a maleficios y crímenes, mientras que la especie de las pitonisas, cuyos transportes resultan ser puramente fantasmáticos, a la cual se las querría unir, ocupa el último lugar.

Finalmente, los adversarios no pueden apoyarse ni sobre los hechos de la leyenda de San Germán ni sobre otro alguno. Resultaba posible a los demonios acostarse ellos al lado de los maridos que dormían durante el tiempo pasado en hacer verificaciones a sus mujeres, exactamente como si hubieran dormido con sus esposas. No se afirma, empero que esto se haya hecho por reverencia hacia el Santo; pero se pone el caso para que no se piense que es imposible lo contrario de lo que hallamos en la leyenda (10). Y en este mismo sentido se responde a las demás objeciones: si tenemos que algunas brujas han sido efectivamente trasnportadas sólo en cuanto a la imaginación, se encuentra asimismo en los escritos de los doctores, que algunas lo han sido corporalmente. Quien quiera mirar en el libro de Tomás de Brabante sobre Las Abejas encontrará allí cosas sorprendentes sobre estos transportes de hombres tanto imaginarios, como corporales (11).


1. Graciano, Decreto II, 26, 5, 12.

2. Suma del Universo II, 3, 25.

3. Espejo mayor IV, 25, 63.

4. Mateo VIII, 28-34; Casiano, Colaciones VII, VIII.

5. Mateo IV, 1-11.

6. Job XLI, 24 de la Vulgata.

7. Daniel XIV, 32-38.

8. Física VIII, 4.

9. Comentario sobre las Sentencias II, 7, 3; Suma Teológica I, 110, 1-4; Cuestiones sobre el mal XVI, 10.

10. La leyenda era muy conocida en la Edad Media. Cfr. Nide, Formicarius II, 4, y Jacques de Voragine, Leyenda dorada, el 31 de julio.

11. Suma del bien universal. De las abejas.


Malleus maleficarum. El Martillo de las Brujas, Enrique Institoris & Jacobo Sprengen, Colonia, 1486; traducción de Miguel Jiménez Monteserín para MAXTOR, Valencia, 2004.

6 comentarios:

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