¿QUÉ ES EL TAE KWON-DO?
El Tae Kwon-Do es un arte marcial transformado en moderno deporte internacional que se ha desarrollado independientemente durante más de 20 siglos en Corea. Su principal característica es la de ser un deporte de combate en el que todas las partes del cuerpo se transforman en instrumentos de defensa para repeler a un posible enemigo.
Todas sus técnicas se fundamentan en un espíritu defensivo y de mantenimiento de la salud, a través de una concienzuda disciplina mental. Para el taekwondista, su cuerpo entero es un arma con la que poder atacar y/o rechazar cualquier agresión. Pero el Tae Kwon-Do como deporte marcial, no es sólo un arte superior de defensa personal, sino que también desarrolla una sensibilidad especial en quienes lo practican.
En la práctica del Tae Kwon-Do podemos distinguir dos grandes grupos de objetivos: físicos y mentales.
Físicamente, el practicante de nuestro deporte desarrolla al máximo todas las capacidades propias de su cuerpo: fuerza, elasticidad, resistencia, integración (adaptabilidad) en cualquier medio en el que desenvuelva su actividad, así como un desarrollo armónico y funcional de todo su organismo, y, derivadamente, el acceso a un efectivo método de defensa personal sin armas, en el que los recursos del practicante son el equipo natural y “vulnerable” de su cuerpo. Por ello, las técnicas del Tae Kwon-Do están ideadas para ejercitar todos los músculos y articulaciones del organismo, para adecuarlos a un sistema de defensa totalmente integrado y eficiente.
Con la aplicación del principio cósmico del Yin y el Yang a las diferentes partes del cuerpo, se consigue potenciar naturalmente sus posibilidades. Lo que es “blando” es flexible, también es móvil. Lo que es “duro” tiene resistencia natural, y por lo tanto ayuda a concentrar la fortaleza cuando el ataque lo requiera. Es en la armonización de la blandura y la dureza cuando el cuerpo se constituye en una efectiva arma de lucha que nos lleva, en el momento de golpear, a sentir íntimamente ese golpe y lo que representa, lo que implica, sus consecuencias. A afrontar a los adversarios del mismo modo que el agua pasa por una pared, resbalando y filtrándose entre sus grietas, para volver a encontrarse al final del camino. Así el movimiento dejará de ser puramente mecánico y se hará conjunto con la mente, unificando el cuerpo y el espíritu.
Espiritualmente, el Tae Kwon-Do adiestra a sus practicantes a perseverar en sus objetivos y a afrontar sus responsabilidades con valentía, inculcándoles unos ideales de justicia y compañerismo, conforme a los cuales unificar su modo de vida.
El hombre alcanza así un estado de emoción interior que abre todos sus sentidos al exterior de una forma diferente. El practicante de Tae Kwon-Do posee una receptividad especial que le permite expresar todo su talento con sinceridad y sin miedos.
Podemos preguntarnos seguidamente: ¿cuál es el fundamento del Tae Kwon-Do?
Todas las cosas tienen sus debilidades... y su fuerza. La armonía del Universo equilibra todas estas fuerzas y debilidades extrayendo de ellas el máximo provecho global, el máximo bien. La debilidad es complementaria de la fuerza y al contrario. Es la comprensión de este principio lo que ha fundamentado el Tae Kwon-Do, haciendo consciente al individuo de su energía natural y también de su debilidad, para aplicar ambas con la mayor ventaja posible. De este modo la persona supera su único obstáculo real: la falta de fe en sí mismo.
Cuando uno se consagra con sinceridad a la práctica del Tae Kwon-Do, ingresa en una situación de relaciones recíprocas, en la que el valor moral se incrementa a través del desarrollo físico, y la vanidad se transforma en auténtica confianza; pues, quien tiene el conocimiento de su propio valor, se limita a guardar silencio, porque cuando hable, sus palabras se corroborarán con hechos, mientras que las del otro seguirán siendo sólo palabras, y esas al final acabará por llevárselas el viento.
Pero, ¿cómo conseguir este estado?
La mente debe estar serena y la voluntad bien determinada. Una actitud mental de preocupación o distracción embotará nuestra percepción, impidiendo que la respuesta sea sincrónica al estímulo e incluso se anticipe a este. La defensa debe iniciarse justo antes de empezar su ataque el enemigo.
Se debe responder sin timidez. La atención debe estar fija por completo en el adversario y en las acciones requeridas para frustrar su ataque. Hay que llegar a comprender y aceptar el hecho de que resistir y defender la vida significa arriesgarse. Una vez aceptado este riesgo, el miedo no debe distraernos, el adversario no podrá intimidarnos y estaremos libres para percibir sus debilidades y concentrarnos en ellas en lugar de las nuestras. Esto es la absorción total de la persona en la acción, el entusiasmo del espíritu unificado que triunfa naturalmente sobre el espíritu desordenado.
Eso es el Tae Kwon-Do, una respuesta al principio de Armonía Universal. Que lleguemos a comprenderlo depende de nosotros.
Kim Boo Hyang, Tae Kwon-Do. Fundamentos y Pumse, 1989.
El Tae Kwon-Do es un arte marcial transformado en moderno deporte internacional que se ha desarrollado independientemente durante más de 20 siglos en Corea. Su principal característica es la de ser un deporte de combate en el que todas las partes del cuerpo se transforman en instrumentos de defensa para repeler a un posible enemigo.
Todas sus técnicas se fundamentan en un espíritu defensivo y de mantenimiento de la salud, a través de una concienzuda disciplina mental. Para el taekwondista, su cuerpo entero es un arma con la que poder atacar y/o rechazar cualquier agresión. Pero el Tae Kwon-Do como deporte marcial, no es sólo un arte superior de defensa personal, sino que también desarrolla una sensibilidad especial en quienes lo practican.
En la práctica del Tae Kwon-Do podemos distinguir dos grandes grupos de objetivos: físicos y mentales.
Físicamente, el practicante de nuestro deporte desarrolla al máximo todas las capacidades propias de su cuerpo: fuerza, elasticidad, resistencia, integración (adaptabilidad) en cualquier medio en el que desenvuelva su actividad, así como un desarrollo armónico y funcional de todo su organismo, y, derivadamente, el acceso a un efectivo método de defensa personal sin armas, en el que los recursos del practicante son el equipo natural y “vulnerable” de su cuerpo. Por ello, las técnicas del Tae Kwon-Do están ideadas para ejercitar todos los músculos y articulaciones del organismo, para adecuarlos a un sistema de defensa totalmente integrado y eficiente.
Con la aplicación del principio cósmico del Yin y el Yang a las diferentes partes del cuerpo, se consigue potenciar naturalmente sus posibilidades. Lo que es “blando” es flexible, también es móvil. Lo que es “duro” tiene resistencia natural, y por lo tanto ayuda a concentrar la fortaleza cuando el ataque lo requiera. Es en la armonización de la blandura y la dureza cuando el cuerpo se constituye en una efectiva arma de lucha que nos lleva, en el momento de golpear, a sentir íntimamente ese golpe y lo que representa, lo que implica, sus consecuencias. A afrontar a los adversarios del mismo modo que el agua pasa por una pared, resbalando y filtrándose entre sus grietas, para volver a encontrarse al final del camino. Así el movimiento dejará de ser puramente mecánico y se hará conjunto con la mente, unificando el cuerpo y el espíritu.
Espiritualmente, el Tae Kwon-Do adiestra a sus practicantes a perseverar en sus objetivos y a afrontar sus responsabilidades con valentía, inculcándoles unos ideales de justicia y compañerismo, conforme a los cuales unificar su modo de vida.
El hombre alcanza así un estado de emoción interior que abre todos sus sentidos al exterior de una forma diferente. El practicante de Tae Kwon-Do posee una receptividad especial que le permite expresar todo su talento con sinceridad y sin miedos.
Podemos preguntarnos seguidamente: ¿cuál es el fundamento del Tae Kwon-Do?
Todas las cosas tienen sus debilidades... y su fuerza. La armonía del Universo equilibra todas estas fuerzas y debilidades extrayendo de ellas el máximo provecho global, el máximo bien. La debilidad es complementaria de la fuerza y al contrario. Es la comprensión de este principio lo que ha fundamentado el Tae Kwon-Do, haciendo consciente al individuo de su energía natural y también de su debilidad, para aplicar ambas con la mayor ventaja posible. De este modo la persona supera su único obstáculo real: la falta de fe en sí mismo.
Cuando uno se consagra con sinceridad a la práctica del Tae Kwon-Do, ingresa en una situación de relaciones recíprocas, en la que el valor moral se incrementa a través del desarrollo físico, y la vanidad se transforma en auténtica confianza; pues, quien tiene el conocimiento de su propio valor, se limita a guardar silencio, porque cuando hable, sus palabras se corroborarán con hechos, mientras que las del otro seguirán siendo sólo palabras, y esas al final acabará por llevárselas el viento.
Pero, ¿cómo conseguir este estado?
La mente debe estar serena y la voluntad bien determinada. Una actitud mental de preocupación o distracción embotará nuestra percepción, impidiendo que la respuesta sea sincrónica al estímulo e incluso se anticipe a este. La defensa debe iniciarse justo antes de empezar su ataque el enemigo.
Se debe responder sin timidez. La atención debe estar fija por completo en el adversario y en las acciones requeridas para frustrar su ataque. Hay que llegar a comprender y aceptar el hecho de que resistir y defender la vida significa arriesgarse. Una vez aceptado este riesgo, el miedo no debe distraernos, el adversario no podrá intimidarnos y estaremos libres para percibir sus debilidades y concentrarnos en ellas en lugar de las nuestras. Esto es la absorción total de la persona en la acción, el entusiasmo del espíritu unificado que triunfa naturalmente sobre el espíritu desordenado.
Eso es el Tae Kwon-Do, una respuesta al principio de Armonía Universal. Que lleguemos a comprenderlo depende de nosotros.
Kim Boo Hyang, Tae Kwon-Do. Fundamentos y Pumse, 1989.
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