Estos
sellos que infectan los graves pasaportes
Estos
hitos mojones barreras y alambradas
estas
líneas de puntos que torturan los mapas
ni
un punto de armonía han aportado al mundo
ni
una coma de amor o de decencia.
Gozar
el asombroso crepúsculo de Cádiz
navegar
por el Dvina cuando lo encrespa el norte
recorrer
a caballo la planicie de Hungría
las
praderas de Irlanda los bosques de Lituania.
Detenerse
a estudiar unos minutos
las
nubes que ensombrecen el cielo de Nicosia
atravesar
soñando la niebla del Ticino
las
selvas de abedules de la Rusia infinita.
Pisar
las calles negras de Nápoles o Hamburgo
de
Marsella de Londres de Berlín de Estocolmo.
Tantas
patrias en una que nadie llama patria.
Si
acaso continente esa palabra hueca.
Y
sin embargo hermanos qué bien suenan los nombres
con
qué timbre tan suave tan común tan sonoro
Peruggia
Barcelona París Viena Belgrado
qué
hipnótica cadencia qué música componen
Tirana
Dover Riga Lisboa Praga Dortmund
inocentes
secuencias de sílabas ligadas
Sevilla
Amsterdam Brujas Dublín Tiflis Varsovia
pronunciadas
lo mismo por sabios que por bobos.
Pues
oíd la canción sabios y bobos
escuchad
lo que cantan los albatros
en
lo alto del cielo y en medio de los mares:
de
las naciones ya se acaba el tiempo
los
viejos estandartes arderán todos juntos
y
los niños ingleses no nacerán ingleses.
Tú
no puedes creerlo mas aquellos albatros
avistan
ya la ola detrás del horizonte.
Las
patrias se terminan y esas aves lo anuncian
con
su altísimo canto.
Un
día santa Juana tendrá oblicuos los ojos
y
vendrá la mañana de una época extraña
como
borra una ola de la anterior la huella.
Así
que nadie invoque un futuro perpetuo.
Di
mañana di el lunes. Pero siempre no digas.
Porque
siempre fue ayer y ayer pasó por siempre
dejando
en los braseros montones de ceniza
y
miles de palotes en miles de pizarras.
En
los montes del tiempo la nieve dura poco.
Ya
son lluvia las nubes ya es carbón la espesura
ya
es un fósil inerte el nervioso lagarto.
Si
llamas a tu abuelo el eco te devuelve
esa
misma llamada en la voz de tu nieto.
No
hay mañana sin cambio así trabaja Vida
mientras
baila borracha entre naranjos
rompe
trueca transmuta revuelve diferencia
descompone
remoza trastorna altera muda
y
en ese trajín loco en que nos mece
qué
dulce es la certeza de que vendrá la aurora
y
qué triste morirse mientras gira el planeta.
Alberto
Porlan, de su libro País, editado por Libros de la Herida
(Sevilla, 2009).
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