jueves, 25 de febrero de 2010

44.

Si en los jardines que habita
me impiden ver a mi dueño,
en los jardines del sueño
nos daremos una cita.

Ibn Darray al-Qastalli (958-1030)

43.

AL CABO


Al cabo, son muy pocas las palabras
que de verdad nos duelen, y muy pocas
las que consiguen alegrar el alma.
Y son también muy pocas las personas
que mueven nuestro corazón, y menos
aún las que lo mueven mucho tiempo.
Al cabo, son poquísimas las cosas
que de verdad importan en la vida:
poder querer a alguien, que nos quieran
y no morir después que nuestros hijos.


Amalia Bautista (Madrid, 1962)

42.

UN SOLDADO QUE SOÑABA CON AZUCENAS BLANCAS


Soñaba con azucenas blancas,
con una rama de olivo...
con el pecho de ella radiante a la tarde.
Soñaba -me dijo- con un pájaro,
con la flor del limonero,
no filosofaba, entendía las cosas
como las sentía... como las olía.
Pensaba -me dijo- que la patria
era que yo bebiese a sorbos el café de mi madre
y volviera a la tarde.
Le pregunté: ¿Y la tierra?
Dijo: No la conozco,
no la siento latir ni la llevo en la piel
como se dice en los poemas.
Pero un día la vi,
como se ve una tienda, una calle, los periódicos.
Le pregunté: ¿La amas?
Respondió: Mi amor es dar un paseo,
o un vaso de vino, o una aventura.
-¿Morirías por ella?
-Claro que no.
El lazo que me ata a la tierra
es un panfleto... un discurso.
Me enseñaron a amar su amor
pero no he sentido su corazón como propio,
no he olido la hierba, las raíces, las ramas.
-¿Y cómo era amarla?
¿Pica como los soles... como la nostalgia?
Me contestó sin rodeos:
-Mi manera de amar es un fusil,
el retorno de fiestas vetustas
y el silencio de una estatua perdida
de tiempo y origen remotos.

Me habló del momento de la despedida,
de cómo lloraba su madre
en silencio cuando le destinaron
al frente.
La voz atormentada de su madre
grabó bajo su piel un nuevo deseo:
Si crecieran palomas en el Ministerio de Defensa,
¡si crecieran palomas!

...se fumó un cigarro, luego me dijo
como si huyera de un pantano de sangre:
He soñado con azucenas blancas,
con una rama de olivo,
con un pájaro que abrazaba la mañana
en la rama de un limonero...
-¿Y qué has visto?
-He visto lo que he hecho,
una zarza roja
explotando en la arena, en los pechos, en los estómagos.
-¿A cuántos has matado?
-No sabría decirte...
pero me concedieron sólo una medalla.

Le pedí, torturándome: Venga,
descríbeme un cadáver.
Se acomodó en el asiento, y acariciando el periódico doblado
me dijo como quien canta una copla:
Como tumba el viento una jaima en la grava,
abrazando los luceros desplomados,
en la frente despejada una corona de sangre,
el pecho sin medallas,
porque no era bueno luchando,
parecía un labriego, o un obrero, o un vendedor ambulante.
Como tumba el viento un jaima en la grava... murió.
Los brazos tendidos como dos arroyos secos.
Y cuando rebusqué en sus bolsillos
su nombre, hallé dos fotos:
una... de su mujer,
otra... de su hija.
Le pregunté: ¿Te dio pena?
Me interrumpió: Mi buen Mahmud,
la pena es un pájaro blanco
que no se asoma al campo de batalla. Peca
el soldado que siente pena.
Yo sólo era una máquina que escupía fuego rosáceo
y hacía del cielo un pájaro negro.

Me habló de su primer amor,
después,
de calles lejanas,
de las reacciones tras la guerra,
de las bravuconadas de la radio y los periódicos,
y mientras se tapaba la tos con el pañuelo
le pregunté: ¿Volveremos a vernos?
Me respondió: En una ciudad lejana.

A la cuarta copa
le dije bromeando: Así que te marchas... ¿Y la patria?
Me contestó: Déjate de patrias...
Yo sueño con azucenas blancas,
con una calle que gorjee y una casa encendida.
Quiero un corazón bueno, no carne de cañón,
quiero un día soleado, no el instante de la victoria,
demencial... fascista.
Quiero un niño alegre que le ría al día,
no un repuesto para la máquina bélica.
He venido para vivir el alba de los soles,
no su ocaso.

Se despidió de mí... buscaba azucenas blancas,
un pájaro que saludara a la mañana
en la rama de un olivo,
no entendía las cosas
sino como las sentía... como las olía.
Pensaba -me dijo- que la patria
era que yo bebiese a sorbos el café de mi madre
y que volviera, tranquilo, con la tarde.


Mahmud Darwix (Al-Birwa, Palestina, 1941 --- Houston, U.S.A., 2008)
(Traducción de Luz Gómez García)

41.

NO PIDO MUCHO


No pido mucho:

Poder hablar sin cambiar la voz,
caminar sin muletas,
hacer el amor sin que haya que pedir permiso,
escribir en un papel sin rayas.

O bien si parece demasiado:
Escribir sin tener que cambiar la voz,
caminar sin rayas,
hablar sin que haya que pedir permiso,
hacer el amor sin muletas.

O bien si parece demasiado:
Hacer el amor sin que haya que cambiar la voz,
escribir sin muletas,
caminar sin que haya que pedir permisos,
hablar sin rayas.

O bien si parece demasiado…


Kiko Veneno y Miquel Marti i Pol (1929-2003)

40.

CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA


De cada cien personas,

las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos.

Las inseguras de cada paso:
casi todo el resto.

Las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve.

Las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro o quizá cinco.

Las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho.

Las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete.

Las capaces de ser felices:
como mucho veintitantas.

Las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro.

Las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente.

Las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori.

Las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme.

Las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano.

Las dignas de compasión:
noventa y nueve.

Las mortales:
cien de cien,

cifra que por ahora no sufre ningún cambio.



Wislawa Szymborska (Kórnik, Polonia, 1923), del libro Instante, (en traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano), Igitur-Poesía, 2005.

39.

LA TRADUCCIÓN (fragmento del
Viaje sentimental por Francia e Italia
)


Sólo había un viejo y cortés oficial francés en mi palco. Tengo estima a la clase militar, no sólo porque honro a los hombres que encuentran ocasión de perfeccionar sus costumbres en un oficio que frecuentemente empeora a los malos, sino también porque en otro tiempo conocí a uno..., ya no existe. Pero ¿por qué no he de salvar una página del olvido, escribiendo en ella su nombre, y diciendo al mundo que se llamaba Tobías Shandy, el más querido entre mis amigos, y cuya filantropía no puedo evocar, a pesar del tiempo que nos divide, sin que se me arrasen de lágrimas los ojos? En recuerdo suyo, conservo este afecto especial para todos los veteranos. Me levanté, pasé las dos hileras de bancos que me separaban de él, y me fui a sentar al lado del oficial.
El viejecito, con las gafas puestas, se encontraba leyendo un pequeño folleto, que podía ser el libreto de la ópera. En cuanto me senté, él se quitó las gafas, las guardó en un estuche de piel, y se metió el estuche con el folleto en el bolsillo. Yo, levantándome un poco, le hice un discreto saludo.
La actitud del viejecito quería decir:
"He aquí que llega al palco un extranjero que no parece conocer a nadie y que seguramente no conocería a nadie aunque se quedara durante siete años entre nosotros, si nosotros nos empeñamos en conservar puestas las gafas de leer cada vez que él se nos acerque: esto equivaldría a darle en las narices con la puerta de la conversación. Sería tratarle peor que si fuera alemán."
Si en lugar de pensar lo que antecede, lo hubiera dicho en alta voz, en vez de inclinarme, le hubiera dicho que su bondad me obligaba mucho, y que lo agradecía muchísimo.
El mejor secreto para adelantar en la sociabilidad es el dominio de este medio de comunicación, y la pericia en comprender y devolver miradas e insinuaciones, traduciendo en palabras todo su sentido y alcance. Por mi parte, y merced a un largo hábito, lo hago ya tan sin darme cuenta que, cuando voy por una calle de Londres, traduzco, por decirlo así, todo lo que pasa, y a veces he estado en el círculo sin oír cambiar dos palabras, y me he formulado interiormente más de veinte diálogos distintos, que escribiría e incluso juraría que eran reales.
Voy a contar ahora lo que me ocurrió una noche en Milán al ir a escuchar un concierto de Martini. Al entrar en la sala, casi tropecé con la marquesita de F., que salía precipitadamente. Tuve que dar un salto para evitar el choque y dejarla pasar. Pero ella hizo lo mismo, y para el mismo lado que yo, de modo que nuestras cabezas chocaron levemente. Entonces ella se echó al otro lado, pero yo tan desdichado como ella salté también para allá, y volví a obstruirle el paso, muy a pesar mío. Y vuelta a saltar los dos para acá... En fin, una escena ridiculísima. Ambos nos sonrojamos hasta la raíz del cabello. Hasta que, por fin, hice lo que debí haber hecho desde el principio, quedarme inmóvil, y entonces la marquesita pudo salir sin obstáculo. No me atreví a entrar en la sala sin ofrecerle, al menos, la reparación de detenerme un instante a verla hasta perderla por los pasillos. Ella se volvió dos veces; después se adelantó hacia la escalera y se quedó pegada a la pared, como para dejar paso al que bajara y evitar otra escena semejante a la que se había producido conmigo.
---No he acertado en la interpretación ---me dije---; no he traducido bien. La marquesita tiene derecho a mis disculpas expresas y claras, y se hace a un lado para dar lugar esperando que yo me acerque a ella.
Fui hacia ella y le pedí disculpas por la molestia que acababa de causarle, asegurándole que mi intención había sido dejarle el paso franco. Ella me dijo que, por su parte, lo mismo había querido hacer; de modo que los dos nos dimos las gracias mutuamente. A esto, la marquesa estaba ya al término de la escalera, y viendo yo que ningún escudero se le acercaba, le rogué que me permitiera acompañarla al coche. Bajamos juntos; a cada tres peldaños nos deteníamos a comentar el concierto y nuestra aventura. Ya dentro del coche, le dije:
---Señora, debo decirle que por lo menos intenté dejarla salir seis veces.
---Y yo otras tantas le dejé entrar.
---Y plegue al cielo ---añadí--- que lo intentara usted una séptima.
---Con mucho gusto ---dijo ella haciéndome lugar.
La vida es demasiado breve para perder el tiempo en fórmulas de cortesía. Me metí en el coche sin vacilar, y me llevó a su casa. Y del concierto, Santa Cecilia ---que, sin duda, estaba presente--- sabrá lo que pasó: yo no me enteré.
Me falta añadir que nada me fue tan grato durante mi viaje a Itali que ésta, debida, sin duda, a una traducción acertada.


Laurence Sterne (1713-1768)

38.

SIMONE WEIL DIXIT

Los partidos políticos son un maravilloso mecanismo en virtud del cual, a lo largo de todo un país, ni un solo espíritu presta su atención al esfuerzo de discernir sobre los asuntos públicos, el bien, la justicia o la verdad. El resultado es que sólo se deciden y se ejecutan medidas contrarias al bien público, a la justicia y la verdad. Si se le confiara al diablo la organización de la vida pública no podría imaginar nada más ingenioso.

Simone Weil (París, 1909 - Ashford, near London, 1943)

37.

OBVIEDAD DEL CUERPO

El cuerpo, esa obviedad. En el gran esfuerzo, en el dolor, en el movimiento o en la suspensión del movimiento, en el amor o en la emoción, en la enfermedad, en la tensión biológica o mental, se revela en toda su importancia. Entonces la obviedad se desvanece. La poesía empieza con ese desvanecimiento. De ahí su parentesco con la carencia y con la ausencia. La recomposición de la obviedad la mata. El mundo obvio, automático, no deja lugar para la poesía; ni tampoco para el arte. Funciona mecánicamente, como un perfecto ---es decir, acabado--- sistema muerto. Contra ese sistema se rebela en común, en tácita conspiración, el cuerpo y la poesía.


Zanásis Jatsópoulos (Aliveri, Eubea, 1961).
Traducción de Vicente Fernández González.

36.

NO INÚTILMENTE

Contemplo yo a mi vez la diferencia
entre el hombre y su sueño de más vida,
la solidez gremial de la injusticia,
la candidez azul de todas las palabras.

No hemos llegado lejos, pues con razón me dices
que no son suficientes las palabras
para hacernos más libres. Te respondo
que todavía no sabemos
hasta cuándo o hasta dónde
puede llegar una palabra,
quién la recogerá ni de qué boca
con suficiente fe
para darle su forma verdadera.

Haber llevado el fuego un solo instante
razón nos da de la esperanza.

Pues más allá de nuestro sueño
las palabras, que no nos pertenecen,
se asocian como nubes
que un día el viento precipita
sobre la tierra
para cambiar, no inútilmente, el mundo.


José Ángel Valente (1929-2000)

35.

3 de julio, 1997

Jane Alexander. Directora
Fundación Nacional de las Artes
1100 Avenida Pennsylvania
Washington, D.C. 20506

Querida Jane Alexander,

acabo de hablar con un joven de su oficina, quien me informó de que se me había elegido para ser una de las doce personas que recibirían la Medalla Nacional de las Artes en una ceremonia en la Casa Blanca en otoño. Le dije enseguida que yo no podía aceptar tal galardón del Presidente Clinton o de la Casa Blancaporque el significado mismo del arte, como yo lo entiendo, es incompatible con la cínica política de esta administración. Quisiera aclararle el significado de mi rechazo.
Cualquier persona familiarizada con mi obra desde el inicio de los años sesenta en adelante sabe que yo creo en la presencia social del arte -como algo que rompe el silencio oficial, como vozo para aquellas y aquellos cuyas voces son ignoradas, como un derecho humano innato. A lo largo de mi vida he visto movimientos por la justicia social ampliar el espacio del arte, el poder del arte para romper la desesperanza. En las últimas dos décadas he sido testigo del impacto, cada vez más brutal, de la injusticia racial y económica en nuestro país.
No hay una simple fórmula que relacione el arte con la justicia. Pero sé que el arte -en mi caso el arte de la poesía- no significa nada si simplemente decora la mesa para la cena del poder que lo mantiene rehén. Las radicales disparidades de riqueza y poder en Norteamérica se están agrandando a una velocidad devastadora. Un Presidente no puede rendir honores de manera significativa a determinados artistas elegidos simbólicamente mientras la gente, en su mayor parte, está deshonrada.
Sé que usted se ha comprometido en una lucha seria y desalentadora para destinar subvenciones del gobierno a las artes, oponiéndose a aquellos cuyo miedo y sospechas del arte son abiertamente represivos. Finalmente, no creo que podamos separar el arte de la dignidad y esperanza humanas en general. Mi preocupación por mi país es inseparable de mis preocupaciones como artista. No podría participar en un ritual que me parece tan hipócrita.
Sinceramente,

Adrienne Rich

Se envía copia al Presidente Clinton

Carta recogida en el artículo titulado 'Por qué rechacé la medalla nacional de las artes', reunido en Artes de lo posible, Editoral Horas y horas, Madrid, 2005, con excelente traducción de María Soledad Sánchez Gómez.

34.

DISCULPA

No me tachéis de inconsecuente porque mi corazón haya sido apresado por una voz que canta:
Hay que estar serio unas veces y otras dejarse emocionar: como la madera, de la que sale lo mismo el arco del guerrero que el laúd del cantor.

Del alfaquí cordobés Ibrahim Ben Utman, poeta del centro de Al-Ándalus (siglo XII)

EL VIENTO

No hay mayor alcahuete que el viento, pues levanta los vestidos y descubre las partes ocultas del cuerpo,
y ablanda la resistencia de las ramas, haciendo que se inclinen a besar la faz de los estanques.
Por eso los amantes lo emplean como tercero que lleva mensajes a sus amigos y enamorados.

De Ben Said Al-Magribi (1214-1274)

LOS VASOS

Eran pesados los vasos, cuando vinieron a nosotros; pero cuando estuvieron llenos de vino puro,
se aligeraron y estuvieron a punto de volar con lo que contenían, del mismo modo que los cuerpos se aligeran con los espíritus.

De Idris Ben Al-Yaman, de Ibiza (siglo XII)


EL ARCO

Me maravillo de la ingratitud del arco, porque no es leal con las palomas del boscaje.
Cuando era rama, fue su amigo, y ahora que es arco, las persigue. ¡Así son las vicisitudes de los tiempos!

De Ahmad Ben Waddah, apodado Al-Buqayra, de Murcia (muerto hacia 1135)

Los cuatro textos transcritos de la maravillosa traducción de don Emilio GARCÍA GÓMEZ, Poemas arabigoandaluces, 1940.

33.

4-5-69

El dolor la convirtió en conservadora.
Allí donde los fósforos tocaron su carne, ostenta una cicatriz.

La policía llega al alba
como llegan la muerte y el nacer.

Ciudad de imprevistos, tu mapa real
es la maraña de todas nuestras líneas de la vida.

El instante en que un sentimiento penetra el cuerpo
es político. /Esta caricia es política.

Sueño a veces que flotamos en el agua
tomados de la mano y /nos hundimos sin terror.


Adrienne Rich, de Gazales, en traducción de Myriam Díaz-Diocaretz.

32.

Es el quinto día que paso en la guarida del bosque Krasnosielski. El Rata y el Sepulturero han cruzado la frontera con pieles —teníamos un porrón— para venderlas al otro lado. Y yo me he quedado en el bosque para espiar al grupo de Kazik el Araña, que guía a los novatos. Nos ha llegado la información de que su cuadrilla suele regresar dos veces de la Unión Soviética con las manos vacías, pero a la tercera lleva muchas pieles. Se trata de atrapar al grupo precisamente cuando vaya cargado. Atraviesan el bosque Krasnosielski —es allí donde los queremos desplumar—, por cuatro caminos bien distintos. Alguien que observe bien sus itinerarios y calcule la alternancia de sus rutas, puede deducir aproximadamente cuándo y por dónde pasarán la próxima vez que vuelvan de la Unión Soviética cargados de pieles. Espío sin cesar las travesías de la cuadrilla del Araña. Hasta ahora, no se me ha escapado ni una. Al anochecer y por la mañana, examino las huellas de los cuatro caminos que la cuadrilla suele recorrer al cruzar el bosque Krasnosielski. Siempre que encuentro su rastro en el lodo, sobre la arena, a orillas de un riachuelo o en medio del camino, lo borro cuidadosamente y así veo cuándo dejan uno nuevo. De este modo, puedo deducir casi sin miedo a equivocarme qué ruta elegirán la próxima vez.
El Rata y el Sepulturero me han prometido volver como mucho dentro de una semana. Venderán las pieles y traerán comida, tabaco y alcohol. Al marcharse, me dejaron un poco de tocino, una botella empezada de espíritu de vino y algunas tabletas de chocolate. Con esto tengo que satisfacer mis necesidade hasta que vuelvan. Poco después de que mis compañeros se marcharan, cayó un aguacero. Duró todo el día y toda la noche sin tregua. Quedé calado hasta los tuétanos. Al día siguiente, me construí una cabaña, pero me salió minúscula y tenía goteras. Entonces, recogí cortezas y empecé a montar un gran cobertizo. Trabajé muchas horas, pensando en cada detalle. Finalmente, lo acabé y lo coloqué sobre cuatro postes encima de la hoguera, que la lluvia anegaba continuamente. Acto seguido, resguardado por arriba, le añadí tres paredes laterales. La leña estaba empapada y humeaba. Esto era molesto al tiempo que peligroso, porque el humo podía delatar mi presencia. A un kilómetro de mi escondrijo, descubrí unos montones de madera seca de abedul. Al primero le quité la tonga exterior de tarugos mojados y transporté hasta mi escondrijo los secos. Los coloqué bajo la techumbre de tal modo que la lluvia no pudiese humedecerlos. Así, tenía bastante leña para encender fuego y estaba al abrigo de las inclemencias del tiempo. El gato no me había abandonado. Cuando dejaba de llover, se iba al bosque. Volvía calado hasta los huesos, se restregaba contra mis piernas, se calentaba junto a la hoguera y me canturreaba su monótona canción. Su presencia me alegraba la vida. Yo le hablaba, compartíamos los restos de comida, y él se lo tomaba todo con una seriedad extraordinaria. Pero, a pesar de su porte altivo, mi compañero rabón parecía un vagabundo sin hogar más que un respetable cazador doméstico de ratones. Al caer la noche, yo iba al bosque. Tendía hilos a través de las veredas forestales que conocía palmo a palmo. Con ramas entrelazadas, construía barreras que cerraban el paso. A orillas de los ríos y torrentes, allí donde había vados, borraba los rastros antiguos para que la travesía de la cuadrilla dejara huellas nuevas. Después, volvía mi escondrijo. A menudo, me costaba encontrarlo en la oscuridad de la noche. Atizaba el fuego. Tapaba la entrada de mi cabaña y ponía alrededor varios obstáculos para que los que se acercaran tuvieran que hacer ruido. A continuación, asaba patatas al rescoldo de la lumbre. Me las comía con tocino. Echaba un trago de espíritu de vino y, sin reavivar el fuego, por miedo a que reverberara, me acostaba sobre anchas ramas de abeto, resinosas y templadas por las ascucas. La lluvia tamborileaba sobre la techumbre y caía a chorro dentro del alero. Las brasas de la hoguera llenaban de calor el interior de mi escondrijo. El gato se me arrimaba, ronroneando una canción. A pesar de sentirme del todo seguro, tenía las armas a punto. ¿Quién podría llegar hasta allí en la oscuridad? La noche, la madre de todos los infelices que se ven obligados a esconderse de la gente, me arrebujaba con su velo. Al amanecer, salía a examinar las huellas recientes en las veredas y en los pasos secretos. Sacaba conclusiones y me las grababa meticulosamente en la memoria.
Al otro día de marcharse mis compañeros al pueblo, caí en la cuenta de que el grupo del Araña había regresado a Polonia. A partir de entonces, no habían vuelto a cruzar la frontera. Quizá se lo hubiera impedido la lluvia. Era del todo imposible que su travesía me hubiese pasado por alto. Aunque se me hubieran escapado, camino de la Unión Soviética, habría tenido que verlos cuando volvía. ¡A mí nada me pasaba desapercibido! Sabía cuántos grupos pequeños habían cruzado la frontera y cuántos habían regresado. Lo deducía de las huellas y de muchas otras circunstancias que, juntas, formaban una fotografía de la vida nocturna de la frontera.
El sexto día de mi estancia en el bosque Krasnosielski llega a su fin. Ya no tengo ni gota de alcohol. El chocolate también se me ha acabado. Todavía me queda un poco de tocino. Lo ahorro como puedo y siempre tengo hambre. He aborrecido las patatas asadas sin sal. La cuadrilla del Araña todavía no ha pasado al otro lado de la frontera, de modo que nada me obliga a seguir vigilándola. Incluso en el pueblo sería más fácil conseguir alguna información sobre sus movimientos. Tras pensármelo bien, decido cruzar la frontera esta noche.
En todo el día no ha caído ni una gota, pero ahora vuelven a acercarse remolinos de nubarrones. Cubren el cielo sin dejar ni un resquicio. Oscurece. Caerá un aguacero impresionante. El gato está inquieto. Se acerca el anochecer. Todo se petrifica y parece como si las nubes galoparan por el cielo con un fragor sordo. Arrojo al fuego todos los tarugos y hago una gran hoguera. Me caliento y aso patatas. Las aparto a un lado. Saco del zurrón la última loncha de tocino. Le doy la tercera parte al gato y el resto me lo como con las patatas. Oscurece cada vez más. Me levanto. Le hago al gato una caricia de despedida y salgo de mi escondrijo. El gato maúlla. Tal vez tenga el presentimiento de que lo abandono para siempre. Camino a través del bosque hacia el sendero que conduce a Zatyczno. En la lejanía, se oy en los suspiros sordos y pesados de los truenos. Se acercan. Se desencadena un viento que corre por las alturas, por las cúspides de los árboles, llenando el bosque de un rumor quejumbroso. Cierra la noche. A duras penas me abro paso entre árboles. De improviso, un largo relámpago verde cae sobre el bosque. Abajo, casi en las entrañas de la tierra, se oye el trueno que huye hacia las tinieblas en oleadas grávidas... Otro relámpago, ahora amarillo, corta el aire... El tercero, rojo, explota como un fuego de artificio... El cuarto, dorado, se entrelaza con la oscuridad en la lontananza... El quinto, blanco, arranca la noche de la tierra y, durante un rato, puedo ver con toda claridad cada tronco, cada rama, cada hoja... Después, los relámpagos caen a puñados. Se entrecruzan, se esquivan... Uno corre en pos del otro. Derraman torrentes de luz entre los árboles. El aire vibra... Los árboles tiemblan... Un huracán... El viento rompe ramas y derriba árboles. Los relámpagos hacen trizas los pinos, los abetos y los abedules más robustos. El bosque se estremece...
Sigo avanzando. Desde lo alto, me caen en la cabeza ramas segadas. A derecha y a izquierda se desploman algunos árboles. En el cielo, parpadean los relámpagos. El rumor atemorizado del bosque se confunde con los silbidos del viento y con el eco de los truenos. Llevo la linterna en la mano, pero no necesito encenderla. Los relámpagos me iluminan el camino. Por fin, llego a las lindes del bosque. Camino a campo traviesa. Aquí no hay tanto peligro. No me aplastará la cabeza ningún árbol truncado, no me golpeará ninguna rama que se desploma desde las alturas. Empieza un chaparrón. Riadas inundan los campos de cultivo. Pronto estoy completamente calado. Intento encender la linterna. Está estropeada. Entonces, me saco del bolsillo las armas y camino con los dos revólveres en la mano. Hago la tentativas de salir a la carretera. Si no, con este tiempo de perros no sabría encontrar la dirección correcta. Por fin doy con ella. La examino un buen rato antes de decidir si sigo adelante. Tengo miedo de extraviarme. Avanzo. Llevo las armas a punto. Bajo la lluvia, chapoteo por interminables charcos. En las orillas de la carretera, torrentes de agua se precipitan cuneta abajo. “¿Qué hará ahora el gato? Seguro que no ha quedado ni rastro de mi escondrijo del bosque”. Camino y camino por la carretera. Dejo atrás algunos puentes. Los cuento. Por aquí debe estar el puente de la segunda línea de la frontera. Me detengo y aguzo el oído, pero al cabo de un rato sigo adelante. “¿Se puede oír algo en medio de este huracán de sonidos?” Entro en el puente. Avanzo poco a poco, concentrado, con lo índices sobre los gatillos de los revólveres. “¿Y si alguien me tiene en el punto de mira?” De repente, estoy en un tris de caerme. No he disparado por un pelo. Me detengo y toco con el pie algo blando. Es un saco de heno que se le ha caído a alguien del carro. Sigo avanzando. La carretera se encarama por la ladera resbaladiza de una colina. Un kilómetro me separa de la frontera. Paso tras paso, me abro camino con cautela. En un lugar, miro las saetas fosforescentes de mi reloj. Son las diez. Si me doy prisa, dentro de una hora estaré en la guarida. Intuyo que la frontera está muy cerca. Me desvío de la carretera hacia la izquierda y, pronto, sumergido en el agua hasta la cintura, atravieso un arroyo que en condiciones normales no es muy profundo. A juzgar por su aspecto, en breve se convertirá en un río. Finalmente, me acerco al pueblo. Enfilo la calle Minska, después entro en la plaza mayor y, desde allí, me encamino hacia Slobódka. Al poco, llego a nuestra guarida. Subo al piso de arriba, reptando por la techumbre y llamo al postigo del desván. Al cabo de un rato, se oye la voz del Sepulturero:
—¿Quién va?
—Soy yo, Wladek.
El postigo se abre bruscamente. Me escabullo en el desván. Hay una vela encendida sobre una caja tumbada boca arriba. Al lado, está sentando el Rata. Delante de él, unas botellas y algo para picar. El Rata me saluda con alegría:
—¡En nombrando el ruín de Roma! ¡Has elegido el momento oportuno! Tenía la intención de ir a buscarte hoy mismo, pero me ha salido un negocio urgente en el pueblo y lo he dejado para mañana...
—Dadme de beber y de comer —les digo a mis compañeros—, he pasado mucha hambre.
Apuro un vaso de vodka en un santiamén y engullo gruesas tajadas de jamón. Calmada la primera hambre, me desnudo, me quito las botas y me pongo ropa seca.
El Rata me cuenta que el Araña, tras aquella primera vez, ha hecho un descanso, porque los comerciantes no tendrán mercancía hasta que llegue un envío de Vilnius.
—He estado pudriéndome allí para nada —le digo al Rata.
—No. Lo aprovecharemos más adelante. Ahora conoces mejor las rutas de los “elefantes”...
Después, el Rata me entrega mil novecientos sesenta dólares. Es mi parte de nuestros últimos trabajos. Ahora, contando lo que he ganado últimamente y lo que le dejé en depósito a Pietrek, tengo más de cuatro mil dólares. Para mí es una suma exorbitante. Ahora podría hacer lo que me aconsejó Saszka: dejar este oficio e irme a vivir a una ciudad. Le doy vueltas a la idea, pero el Rata me interrumpe. Nos expone el plan del próximo trabajo. Se acalora, blande los puños al mencionar a los bisoños y nos enardece con su fervor.Aún apuramos una botella de aguardiente, brindamos por la buena suerte, y nos acostamos. El Rata no volvió a su casa, sino que se quedó con nosotros por culpa del aguacero. Me contó que el novato a quien yo había herido se estaba curando en el pueblo a escondidas, y que aquel grupo había vuelto sin dinero y sin el representante de los mercaderes. Fumamos un buen rato, dándole a la sin hueso en voz baja. Por encima de nuestras cabezas, se enfurecía la tempestad. Me dormí. Aquella noche soñé con elefantes, no elefantes africanos o indios, sino los nuestros, los de la zona fronteriza, aquellos a los que los gatos viejos han bautizado con este nombre despectivo. Los espiaba, los perseguía, los atrapaba. Me ayudaba un gran gato pelirrojo con la cola cortada y las orejas hechas jirones.


El enamorado de la Osa Mayor, Sergiusz Piasecki, Acantilado, Barcelona, 2006 (Traducción de Jerzy Slawomirski y Anna Rubiò)

31.

Envíame una hoja, pero de algún arbusto
que crezca, de tu casa,
a una buena media hora por lo menos, porque así
tendrás que caminar y te pondrás
fuerte

y yo agradeceré la linda hoja.


Bertolt Brecht (Augsburgo, 1898-Berlín, 1956)

30.

EL SALUDO


Por mi fe, muchas veces me pregunto
qué hacíamos tú y yo antes de querernos.
¿Como niños aún no destetados
seguíamos chupando domésticos placeres?
¿Roncábamos tal vez en la caverna
de los Siete Durmientes? Así era.
Aquel u otro placer sólo fue sueño,
y si yo alguna vez vi una belleza
que deseé y obtuve, no era nada
sino un sueño de ti.

Y ahora, ¡buenos días!
al doble despertar de nuestras almas,
que de nervios no aciertan a mirarse.
Porque el amor gobierna
todo el amor oculto de las cosas,
y hace de un todas partes, poco espacio.
Bien está que se fueran a buscar nuevos mundos
tantos descubridores, y que muestren los mapas
un mundo y otro mundo,
y el que somos cada uno de nosotros.

En tus ojos mi rostro,
en los míos el tuyo se retrata,
y los rostros reflejan
dos corazones sanos y leales.
¿En dónde encontraríamos mejores hemisferios,
sin crudo norte ni poniente en mengua?
Sólo mueren las mezclas desiguales:
si nuestros dos amores son uno, o tan idénticos
que ni el tuyo ni el mío cede al otro,
ninguno de los dos puede morir.

John Donne (1572-1631)
Traducción de Blanca y Maurice Molho con retoques catetos.

29.

Receta


La cabeza de ajos me trajiste
igual que a Salomé la del Bautista,
un regalo cargado de nutrientes
que arregla desde el ano hasta la vista.

Unos dientes de ajo sobrepasan
el valor de una joya diamantina
y ese olor derivado del azufre
enriquece el sabor en la cocina.

En el amor, combate la flojera
mas siempre para ser bien tolerado
es preciso que a fuerza de costumbre
se lo tomen los dos enamorados.

Margarita Gautier para la tisis,
Nostradamus la peste combatía.
De la planta del ajo se desprende
la cura de cualquier osteopatía.

Una ristra de ajos tras la puerta
ahuyenta las reacciones del demonio.
No hubiera fracasado Cleopatra
de haberle dado ajo a Marco Antonio.
Pierde grandes efectos si lo cueces.
No combina con tarta o fruta dulce.
Depurando va todas las arterias,
jubilosa la sangre se conduce.

Y, claro, ya llegó la moraleja:

Incluye el ajo crudo en tus recetas
y vive con salud en esta dieta.



Rosa Sanz, Mientras hablamos, Poesía a pie de calle, La Zubia, GRANADA, 2004.

28.

Poema en lunfa


El malevo fullero y compadrito
salió a esperar la mina que volvía
de entregar las camisas que cosía
pa’ la tienda del boncha Garabito.

-¡Shalute! -fue el recibo del compadre-.
Dame pronto la guita que es muy tarde
y no te rechiflés porque te juro
qu’embroncao como estoy voy a fajarte
como todos los días, pa’enseñarte.

La percanta sonrió ladinamente
y se acercó al matón para entregarle
el pago que el yorugua de la tienda
l’entregara por su laburo ingente.

-Tomá pa’ vos, que en esta mishiadura
no aguanto más tu trato delincuente

-y sacando el seis tiros sin apuro
al cafishio tumbó, tranquilamente.


Alina Paula Fernández Arlaud

27.

YENÚN
Yenún, plural de yin, es el término de referencia con que se designa a los seres sobrenaturales e invisibles que Dios ha creado sobre la tierra paralelamente al hombre. Pero mientras el hombre ha sido creado de barro, el yin ha sido hecho de fuego sin humo según dice la sura IV del Corán y la mayoría de los textos que tratan del tema. Hay quien asegura que no han sido creados de fuego pero sí puestos sobre la tierra antes que el hombre.
Otra sura, la XVIII, dice que de los yenún se han derivado Satán y los demás demonios.
Se les considera generalmente como portadores de mal, peligrosos y maliciosos.

Como ya estaban sobre la tierra antes de que llegaran los hombres, están resentidos y celosos de su presencia y por eso tratan de hacerles mal en todo tiempo.

Dios empezó a crear el mundo en domingo y terminó en viernes, un poco antes de la oración de la tarde y, no teniendo tiempo para crear al yin completo, le puso pies de cabra o de burro y, como lo sujetaba por el labio superior mientras lo hacía, se quedó como pellizcado.
Para compensar al yin de sus faltas, Dios lo hizo invisible al hombre y no al contrario. Hay yenún musulmanes, cristianos, hebreos, negros, urbanos, campesinos... con toda clase de profesiones como los hombres.
Su número es uno más o uno menos de la mitad de los hombres.
No está muy clara la creencia de que cada humano tenga un yin correspondiente.
Se les puede ver solamente desde las once de la noche a la una de la madrugada salvo los viernes en los que se les puede ver hasta la salida del sol.
Pueden tomar la forma de animales domésticos o salvajes. Perros, gatos y chacales suelen ser yenún peligrosos. Los chacales además pueden ser guardianes de tesoros.
Entran en cualquier sitio aunque esté cerrado.
Los perros yenún no padecen ni contagian la rabia, pero sí fiebres, parálisis, trastornos nerviosos y hemorragias.
Durante su tiempo libre se retiran a lugares sucios, húmedos, oscuros o desiertos: paredes, hornos, cementerios, tumbas aisladas, alcantarillas, pequeños puentes, esquinas de mezquitas o sinagogas, precipicios, bordes y lechos de ríos, rocas... No obstante, morabos, mezquitas y cementerios pueden ser temporalmente lugares donde cualquiera puede protegerse de los yenún.
Los yenún cristianos son más peligrosos que los musulmanes y éstos, a su vez, lo son más que los hebreos. Ni los yenún judíos ni los negros tienen categoría social en su mundo.
Los yenún pueden ser buenos o malos, pero siendo esto esencia de sentimiento subjetivo, moral y humano, los hombres desconfían siempre de las intenciones de los yenún.
Entre los Aith Waryaghar se suelen hacer invocaciones cuando se está en presencia de los yenún:

Aithbab umxam (dueños del lugar).
Aithbab uj-jám (dueños de la casa) a diferencia de:
Aradya uj-jám (dueña de la casa): Dhayenith ogra o hiena a quien le gusta la carne humana. Es invisible y camina bajo tierra. Se instala en casas de preferencia abandonadas y se hace la verdadera dueña tan pronto como el pollo del sacrificio ha sido matado en la casa.

Traducción libre de Juan Román del texto “The Jnun”, del libro de David Montgomery Hart, The Aith Waryaghar of the Moroccan Rif: Au Ethnography and History, The University of Arizona Press, 1976, p. 154 y ss; recogido en El mundo invisible de los yenún, de Juan Román (textos) y Piero Biasión y Franca Giannini (fotografías), número 4 de la colección Zaguán de África, Servicio de Publicaciones de la Ciudad Autónoma de Melilla, 1996, pp. 30-31.

26.

DESERCIÓN





La primera vez me detuvieron en la escalera del avión. A los pocos segundos me encontraba caminando entre los dos policías altos y apuestos como un mendigo sin aliento. Mi ropa, y las suyas, hicieron que la gente me mirara por los pasillos con lástima y también con curiosidad: estaba claro qué ocurría, quién era yo y quiénes ellos. A la gente le gusta saber cosas y aquello no era difícil. Se ataban cabos pronto.
La segunda vez la detención se produjo justo después de comprar el billete, frente a una máquina de tabaco. Caminé de nuevo por los pasillos entre los dos policías. Pero nadie en el aeropuerto advirtió qué ocurría. Nadie nos miró en ningún momento. Yo entonces era tan alto como los agentes, vestía traje y andaba tan rápido y dispuesto como ellos. Recorrimos el enorme suelo suelo encerado a grandes pasos, con cierta urgencia. Yo hasta me permití mirar con recelo a algunos sitios, como buscando a alguien o sospechando de alguna maleta. Me alisaba la corbata y giraba en las esquinas con decisión. Con voz grave, conseguí decir mirando al frente: vayamos a consigna, allí estará el capitán. Al llegar, el capitán preguntó qué había ocurrido. Yo entonces le expliqué cómo había encontrado a los dos impostores.




Antonio Pomet, Mil perros dormidos, Premio Andalucía Joven de Narrativa 2002, DVD Ediciónes, Barcelona, 2003.

25.

DEL MODO COMO LAS BRUJAS SE TRANSPORTAN DE UN LADO A OTRO


Ahora debemos abordar sus ceremonias y sus costumbres de proceder en sus obras: en principio lo que hacen respecto de sí mismas y sus propias personas. El transporte de un lugar a otro se encuentra entre sus principales acciones, como el hecho de entregarse a torpezas carnales con los demonios íncubos; trataremos de cada una de ellas comenzando por el transporte corporal.

Conviene notar aquí que este transporte supone una dificultad (como ya se ha dicho a menudo) a causa de un único texto el canon Episcopi, en el que se dice: no puede admitirse que algunas mujeres infames, pervertidas por Satán y seducidas por las ilusiones y los fantasmas del diablo crean y digan que van por la noche con Diana (diosa de los paganos) o Herodíade y una multitud enorme de mujeres, cabalgando sobre ciertas bestias, recorriendo largos espacios en el silencio de la noche y obedeciendo a esta diosa como a su dueña... También, los sacerdotes de Dios deben predicar al pueblo para que sepa que todo esto es completamente falso y que semejantes fantasmas en los espíritus de los fieles provienen, no del espíritu de Dios, sino del mal espíritu; supuesto que Satán mismo adopta diversas imágenes y semejanzas, y, engañando por medio de sueños el alma que tiene cautiva, la conduce hacia todas las desviaciones (1). Aquí se predica públicamente, a partir de algunos ejemplos conocidos, como el de San Germán y el de otro que observó a su hija a este respecto, que todas estas cosas resultan completamente imposibles. Y se aplica de forma indistinta todo ello tanto a las brujas como a sus obras. Como si sus actos que se refieren a los hombres, a los animales, a los frutos de la tierra, no les debieren ser atribuidos: siendo sus transportes puramente fantasmagóricos, igualmente sus obras serían ilusiones que ellas se fraguasen queriendo causar males. En la primera cuestión de la primera parte se ha refutado esta opinión considerándola como herética: va en contra de la permisión divina respecto del poder del diablo que puede extenderse a un mayor número de cosas en este género. Va también contra el espíritu de la Sagrada Escritura; causa un daño intolerable a la Santa Iglesia en la que desde hace muchos años las brujas han estado tranquilas a causa de esta opinión pestilente que amputa al brazo secular el poder de castigarlas. De aquí que hayan crecido tan desmesuradamente que resulte ya imposible el aniquilarlas. Por ello el lector diligente considerará cuanto hasta aquí ha sido expuesto para la destrucción de esta opinión; y, sobre la cuestión actual, notará lo que hace a estos transportes, de qué manera son posibles y las respuestas a los ejemplos que hemos puesto antes.

Se demuestra de diversas maneras el que las brujas puedan ser transportadas corporalmente. Primero a partir de las otras operaciones de los magos. Si ellas no pudiesen ser transferidas ello se debería a que Dios no lo permite, o a que el Diablo no puede hacerlo, so pretexto de que esto repugnaría a la criatura. Pero esto no se debe a la primera razón (la permisión de Dios) cuando se pueden hacer cosas resulta lógico el que también puedan hacerse las pequeñas. Pero a menudo se realizan tales cosas sobre niños y sobre hombres, como se ven con respecto de los justos y demás hombres constituidos en gracia. A quien pregunte si son posibles las sustituciones de niños efectuadas por obra del diablo y si el mismo puede transferir, contra su voluntad, a un hombre de un lugar a otro, se responde: la primera cuestión, sí. Efectivamente, Guillermo de París, en la última parte de su Tratado del Universo, dice: Las sustituciones de niños pueden hacerse en la medida en que permitiéndolo Dios, el demonio puede, u ocupar el lugar del niño, o realizar el traslado. A estos niños miserables y gimientes; cuatro o cinco mujeres no serían capaces de amamantarlos, nunca alcanzan su desarrollo incluso cuando alcanzan un peso desmesurado. Pero esto no conviene afirmarlo ni negarlo ante las mujeres dado el enorme pánico que tienen de concebir seres semejantes. Conviene enseñarles que deben consultar a los clérigos (2). Dios lo permite a causa de los pecados de los padres, cuando los hombres maldicen a sus mujeres encintas: quisiera que el diablo te llevase o cosas parecidas. Las mujeres enfadadas se expresan también de la misma manera. Segundo, en cuanto a lo que puede ocurrir a los hombres, a veces incluso a los justos, también encontramos numerosos ejemplos: Vicente de Beauvais (3), en su Espejo Histórico, citando a Pedro Damián, relata la historia de un niño de cinco años, hijo de un hombre perteneciente a la alta nobleza; este niño era monje en aquel momento. Una noche fue transportado desde el monasterio hasta el molino que se encontraba cerrado, donde fue hallado por la mañana. Interrogado, contestó que había sido llevado por dos hombres para un enorme banquete y que había sido instado a comer. Tras de ello le habían arrojado al molino por la trampa de arriba.

Y puesto que se habla de los magos que en nuestro lenguaje usual llamamos nigromantes, que son transportados a menudo por los aires por los demonios, con frecuencia hacia tierras lejanas, conviene que se trate algo acerca de ellos. A veces persuaden incluso a los otros para que vayan con ellos sobre un caballo, que en realidad no es un caballo sino el mismo demonio bajo esta forma. Se dice que advierten entonces a sus compañeros para que no hagan el signo de la cruz.

Aunque somos dos los que redactamos este tratado, sólo uno de nosotros ha encontrado y visto hombres semejantes: por ejemplo uno que era antes maestro de escuela y ahora sacerdote en la diócesis de Freysing, tenía la costumbre de contar que una vez había sido levantado a los aires por el diablo y conducido a lugares apartados. Igualmente también otro, sacerdote en Oberdorf, una fortaleza, próxima a Landshut, que era en aquel tiempo amigo de uno de nosotros vio con sus propios ojos semejante transporte. Contaba de qué manera el hombre era transportado con los brazos extendidos, y cómo gritaba aunque sin lamentarse. La causa de ello era la siguiente: un día, numerosos estudiantes se habían reunido para beber cerveza y todos se pusieron de acuerdo para que aquel que sirviera la cerveza no pagase. Pero uno de los compañeros yendo a buscar la cerveza, cuando abrió la puerta, vio una espesa nube situada delante de la entrada. Aterrorizado volvió, y manifestando la razón, hizo comprender a los otros que no quería traer la bebida. Entonces otro gritó con fuerza: yo traeré de beber aunque el diablo mismo esté ahí. Salió, pero ante la vista de todos fue transportado por los aires. Indudablemente conviene admitir también que estas cosas ocurren no sólo a los que velan, sino también a los que duermen: en medio de sus sueños se ven transportados por los aires local y corporalmente. La cosa está clara también para el caso de algunos que mientras duermen caminan sobre las tejas de las casas y de otros enormes edificios. Nadie puede oponerse a su camino ni arriba ni abajo; pero si los espectadores les llaman por sus nombres, inmediatamente caen al suelo como fulminados. Algunos piensan, y no sin razón, que ello se debe a la acción de los demonios. Los demonios son de diferentes especies; algunos, que proceden del coro inferior de los ángeles, además de la pena de daño de la que sufren eternamente, sufren también pequeñas penas como por pequeñas faltas. Estos no pueden herir a nadie, al menos gravemente, pero pueden gastar bromas. Los otros, que son íncubos y súcubos, castigan a los hombres durante la noche manchándolos con el pecado de la lujuria. No resulta sorprendente que se entreguen a los susodichos excesos. La verdad puede obtenerse de las palabras de Casiano, en sus Colaciones, allí donde dice que no se puede poner en duda que hay tantos malos espíritus cuantos malos deseos se dan en el hombre. Efectivamente un gran número de aquellos que son llamados faunos, a los que nosotros llamamos Grollen o Schreteln, numerosos en el reino de Noruega, resulta manifiesto que se trata de estos seductores y bromistas de tal género. Estos habitan ciertos lugares y ocupan ciertos pasos. No pueden hacer mal a los que pasan con torturas, se contentan con la mofa y el engaño, buscan más molestar que hacer daño. Algunos visitan únicamente a los hombres durante la noche por medio de pesadillas. Otros resultan tan furiosos y tan brutales que no se contentan con atormentar durante un largo espacio de tiempo los cuerpos de aquellos a quienes poseen; se precipitan desde los altos sobre los que pasan e intentan golpearlos con golpes salvajes. Casiano quiere decir que no sólo poseen a los hombres sino que les atormentan horriblemente como aquellos que describe el evangelio de Mateo (4). De aquí que nosotros podamos concluir en principio que no conviene decir que las brujas no tienen traslados locales porque Dios no lo permite. Si los permite para los justos y los inocentes e incluso para los magos, ¿cómo no va a hacerlo con aquellas que se encuentran entregadas al diablo por completo? Y para hablar según el temor de Dios: ¿No vemos cómo el diablo arrebató a nuestro Salvador, conduciéndolo de acá para allá como atestigua el Evangelio? (5)

Nuestros adeversarios tampoco pueden apoyarse sobre el segundo argumento: que el demonio no podría hacer esto. Efectivamente, se ha visto más arriba, existe en él una fuerza de la naturaleza que supera a toda potencia del cuerpo, de tal modo que no puede ser comparada con fuerza terrestre alguna, según la palabra: no existe potencia incluso entre los buenos ángeles en el cielo. La naturaleza no se ha visto disminuída por la caída, y únicamente se han perdido los dones gratuitos. Por ello permanecen siempre en él aunque se hayan visto oscurecidas o encadenadas. De aquí el sentir de la Glosa acerca del texto de más arriba: "Incluso si supera todo se encuentra sometido al mérito de los santos"(6).

De nada sirve tampoco objetar dos cosas: primero que el alma podría resistir y que el texto parece referirse a un diablo en particular, es decir, a Lucifer, puesto que está redactado en singular. Este fue quien tentó a Jesús en el desierto y sedujo al primer hombre; ahora se encuentra encadenado. Los otros ángeles tampoco gozan de una fuerza semejante, puesto que él les supera a todos. De aquí que los otros no sean capaces de transportar por los aires a hombres buenos o malos de un lugar a otro. Pero estas instancias no valen: hablamos en principio de los ángeles. El más pequeño de los ángeles supera incomparablemente a toda potencia humana. Y ello se prueba por muchas maneras: primero por la potencia espiritual, luego también porque la potencia del ángel o incluso la del alma es más fuerte que la potencia corporal. Segundo, en cuanto al alma: toda forma corporal se encuentra individualizada por la materia y determinada en el tiempo y en el espacio en tanto que existe como nuestra alma; las formas inmateriales, por el contrario, son las inteligencias absolutas, y, en consecuencia, tienen una potencia absoluta y universal. Esta es la razón por la que el alma unida al cuerpo no puede transportarlo súbitamente de un lugar a otro ni elevarlo en el aire. Podría hacerlo si subsistiese separada y si Dios lo permitiera; pero todo ello resulta posible con mayor razón al espíritu total y completamente inmaterial, como es el ángel bueno o malo. Así un ángel bueno transportó en un instante a Habacuc de Judea a Caldea. He aquí la razón por la que se concluye que aquellos que durante la noche, en medio del sueño, son llevados sobre edificios elevados, no lo son por sus propias almas; los son por influjo de los cuerpos celestes o por otra causa más alta (7). Tercero, se encuentra como algo propio de la naturaleza eel cuerpo el que este sea movido inmediatamente por el espíritu en el espacio; primeramente porque el movimiento local es el primero de los movimientos y además porque es el más perfecto de los movimientos corporales. El Filósofo prueba, en efecto, que el movimiento corporal local no procede intrínsecamente del poder de un cuerpo como tal, sino que procede de una fuerza exterior únicamente. Así se puede concluir no tanto a partir de los santos doctores como de los filósofos, que los cuerpos más elevados, se encuentran movidos por esencias espirituales y por inteligencias separadas que son buenas por naturaleza y por intención. Vemos igualmente que el alma es la causa primera y principal del movimiento local para el cuerpo (8). Luego se debe decir que ni en tanto que cuerpo, ni en razón de su alma, el cuerpo humano puede obstaculizar el ser súbitamente transportado, permitiéndolo Dios, desde un lugar a otro por una sustancia espiritual: buena de voluntad y naturaleza cuando se trata de transportes de los buenos establecidos en la gracia; buena de naturaleza, pero no de voluntad, cuando se trata del transporte de los malos. Si alguno quiere ver a Santo Tomás que recorra varios textos (9).

En cuanto al modo del transporte, resulta ser este: como se ha visto más arriba, las brujas, por instrucción del diablo, fabrican un ungüento con el cuerpo de los niños, sobre todo de aquellos a los que ellas dan muerte antes del bautismo; ungen con este ungüento una silla o un trozo de madera. Tan pronto como lo hacen se elevan por los aires, tanto de noche como de día, visible o invisiblemente, según su voluntad, porque el diablo puede ocultar un cuerpo interponiendo otro objeto, como se ha dicho más arriba en la primera parte tratando de los prestigios y las ilusiones del diablo. En verdad, por medio de este ungüento, realizado con el fin de privar a los niños de la gracia y la salvación, el demonio actúa la mayor parte de las veces; empero parece que muchas veces ha realizado transportes semejantes sin su ayuda. A veces transporta a las brujas sobre animales que no son animales verdaderos, sino demonios que han adoptado su forma; o incluso ellas se transportan sin ninguna ayuda exterior, simplemente por el poder del diablo que actúa invisiblemente. Una historia de este transporte, visible de día: en la ciudad de Waldshut, sobre el Rhin, en la diócesis de Constanza, había una bruja tan detestada por las gentes del país, que no había sido invitada a la celebración de una boda. Como resultó que todo el mundo asistía a ella, indignada, consideró que debía vengarse. Hizo llamada al diablo, le manifestó la causa de su tristeza, y le pidió que suscitase una tempestad con el fin de dispersar a los que danzaban. El diablo consintió en ello, la levantó de la tierra y a través de los aires la llevó sobre una colina cerca del pueblo, ante los ojos de algunos pastores. Allí, como dijo después, no tenía agua para verterla en un agujero -ya se verá que este es el método que ellas usan para levantar tempestades-; entonces vertió orines en lugar de agua en el agujero que había cavado con sus manos; después la removió con el dedo en presencia del diablo, según su costumbre; inmediatamente, el demonio, lanzando este líquido al aire desencadenó una tempestad violenta de pedrisco que cayó únicamente sobre los danzantes y sobre aquella región. Dispersáronse todos y discutiendo entre ellos la causa de tal tempestad, vieron poco después al retornar a la ciudad a la bruja. Esto agravó sus sospechas, pero cuando los pastores contaron lo que habían visto, las sospechas se hicieron más violentas. Se detuvo a la bruja y ella confesó que había hecho todo esto por no haber sido invitada. Por este y otros numerosos maleficios que había cometido fue quemada.

Puesto que el rumor público de estos transportes se extiende sin cesar, incluso entre el pueblo, resulta innecesario añadir aquí más pruebas. Las expuestas hasta aquí serán suficientes, así lo esperamos, contra aquellos que niegan absolutamente los transportes de este género o que intentan afirmar que son únicamente de tipo imaginario o fantasmático. Realmente dejarles en su error no significaría nada; incluso no merecería la pena hacerle caso, si el error no llevase al desprecio de la fe. Pero, no contentos con su error, no temen extenderlo y aun divulgarlo para aumento de las brujas y detrimento de la fe. Aseguran que todos los maleficios verdaderos y reales que se les imputa a justo título como instrumento de los demonios, se les debe atribuir como a inocentes, a la manera de las imaginaciones y las ilusiones; e incluso esta especie de transporte fantástico. Por esta razón muchas brujas permanecen impunes con gran desprecio del creador y para su presente proliferación. Empero los argumentos alegados en el principio no resultan un gran apoyo: se alega en primer lugar el canon Episcopi en el que se afirma que estos transportes son fantasmáticos e imaginarios. Pero, ¿quién será tan loco que quiera concluir a partir de ello que no puede haber igualmente transportes corporales? Porque al final del Canon se dice: aquel que cree que el hombre puede ser cambiado en mejor o peor, transformado en otra especie, este ha de ser juzgado peor que un infiel o un pagano. Pero ¿quién va a concluir a partir de ello que los hombres no pueden ser transformados en bestias por una ilusión mágica o que no pueden pasar de la salud a la enfermedad, como de mejor a peor? No, cualquiera que de esta forma se mantuviese en la superficie de las palabras del Canon, tiene un espíritu contrario al de todos los santos doctores, e incluso también a la enseñanza misma de la Sagrada Escritura. La opinión contraria se encuentra suficientemente probada por todo lo dicho en diferentes lugares de la primera parte de este tratado. Conviene, por tanto, estar atentos al núcleo de las palabras del Canon: ya se ha dicho en la primera cuestión de la primera parte, respondiendo al segundo de estos tres errores; incluso cuando se ha hablado de las cuatro cosas que deben anunciar los predicadores al pueblo... Las brujas efectivamente son transportadas a la vez corporal y fantasmáticamente, como aparece claro a partir de sus propias confesiones: no tanto de las de aquellas que han sido quemadas como las de aquellas que han vuelto a la fe y la penintencia. Entre estas había una mujer, en la ciudad de Brisach: interrogada por nosotros, para saber si las brujas podían ser transportadas corporalmente o bien de una forma imaginativa y fantasmática, respondió que esto podía hacerse de dos maneras. Si en un caso no querían ser transportadas corporalmente, pero, no obstante querían saber todo cuanto había ocurrido en la asamblea de sus compañeras, empleaban el siguiente método: en el nombre de todos los demonios se acostaban para dormir sobre el lado izquierdo. Entonces salía de su boca un vapor glauco, a través del cual podían ver claramente cuanto ocurría. Por el contrario si ellas deseaban un transporte corporal, era necesario observar el método susodicho.

Después, para entender el canon en toda su desnudez, sin comentario alguno, ¿quién será tan tonto que continúe afirmando que todos los maleficios y crímenes son fantasmáticos e imaginarios, mientras que todo lo contrario aparece a los ojos de todos? Sobre todo porque hay varias especies de superstición -existen catorce-; entre las cuales la raza de las brujas constituye el grado supremo en cuanto a maleficios y crímenes, mientras que la especie de las pitonisas, cuyos transportes resultan ser puramente fantasmáticos, a la cual se las querría unir, ocupa el último lugar.

Finalmente, los adversarios no pueden apoyarse ni sobre los hechos de la leyenda de San Germán ni sobre otro alguno. Resultaba posible a los demonios acostarse ellos al lado de los maridos que dormían durante el tiempo pasado en hacer verificaciones a sus mujeres, exactamente como si hubieran dormido con sus esposas. No se afirma, empero que esto se haya hecho por reverencia hacia el Santo; pero se pone el caso para que no se piense que es imposible lo contrario de lo que hallamos en la leyenda (10). Y en este mismo sentido se responde a las demás objeciones: si tenemos que algunas brujas han sido efectivamente trasnportadas sólo en cuanto a la imaginación, se encuentra asimismo en los escritos de los doctores, que algunas lo han sido corporalmente. Quien quiera mirar en el libro de Tomás de Brabante sobre Las Abejas encontrará allí cosas sorprendentes sobre estos transportes de hombres tanto imaginarios, como corporales (11).


1. Graciano, Decreto II, 26, 5, 12.

2. Suma del Universo II, 3, 25.

3. Espejo mayor IV, 25, 63.

4. Mateo VIII, 28-34; Casiano, Colaciones VII, VIII.

5. Mateo IV, 1-11.

6. Job XLI, 24 de la Vulgata.

7. Daniel XIV, 32-38.

8. Física VIII, 4.

9. Comentario sobre las Sentencias II, 7, 3; Suma Teológica I, 110, 1-4; Cuestiones sobre el mal XVI, 10.

10. La leyenda era muy conocida en la Edad Media. Cfr. Nide, Formicarius II, 4, y Jacques de Voragine, Leyenda dorada, el 31 de julio.

11. Suma del bien universal. De las abejas.


Malleus maleficarum. El Martillo de las Brujas, Enrique Institoris & Jacobo Sprengen, Colonia, 1486; traducción de Miguel Jiménez Monteserín para MAXTOR, Valencia, 2004.

24.

Opinión vulgar es, según la Agricultura Nabatea, que el mirar hacia las flores del malvavisco estando todavía en su arbusto, alegra el espíritu retirando la congoja y ansiedad; y que observando largo tiempo de pie, esto es, dando vuelta el hombre alrededor del malvavisco, y mirando a sus hojas y flores por todas sus partes el espacio de una hora, por este medio se apodera de él el gozo, la alegría y el contento, y el ánimo se le fortalece.


El libro de agricultura de Al Awam, edición y comentarios sobre la traducción de Banqueri de José Ignacio Cubero Salmerón, Empresa Pública para el Desarrollo Agrario y Pesquero de Andalucía, Málaga, 1999, p. 707.

23.

Qué importan los leones
si la verdad de las gacelas
es ser abiertas de un zarpazo bajo el sol.

Digna Palou, Isotopo 56, Aldebarán, Sevilla, 1974.

22.

ACTA

Siendo las 3 y 30 de la madrugada
del martes 13 de enero de 196...
una patrulla de críticos literarios
que realizaba su ronda nocturna
sorprendió al poeta conversacional E... S...,
mayor de edad, casado,
leyendo a Villaespesa.
El susodicho individuo fue detenido de inmediato y en horas de la mañana del propio día
se practicó un registro en su gabinete de trabajo,
ocupándosele:
a) dos sonetos de su propia inspiración,
b) un diccionario de rimas,
c) las obras completas de Vargas Vila.
Durante el interrogatorio el acusado
confesó haber escrito varias silvas y un romance
bajo el seudónimo de "El enamorado de la luna".

Se le seguirá un proceso por alta traición.

Wichy el Rojo, Imitación de la vida, 1981.

21.

REMAR, CONVERSACIONES


Es el atardecer. Deslizándose pasan

dos piraguas, dentro
dos jóvenes desnudos. Remando juntos
hablan. Hablando
reman el uno junto al otro.


Bertolt Brecht, Elegías de Buckow

20.

poema navideño para un tipo en chirona


hola, Bill Abbot:
te agradezco que pases mis libros allí en la
trena, mis poemas y relatos.
si consigo aliviar la carga de algunos de los que estáis ahí con
mis libros, pues muy bien.
pero la literatura, ya sabes, le resulta difícil
asimilarla al hombre corriente (y también al que no lo es);
a mí, por ejemplo, no me gusta la mayor parte de la poesiá,
de modo que escribo la mía tal como me gusta leerla.

la poesía, eso sí, está mejorando,
se humaniza,
la limpieza de la lengua tiene algo que
ver. (apareció w.c. williams y pidió a
todo el mundo que limpiara la lengua)
entonces
aparecí yo.

pero escribir es una cosa, la vida es
otra, por
lo que se ve hemos mejorado la escritura un poco
pero la vida (la nuestra y la suya)
no parece estar mejorando
mucho.

tal vez si escribimos lo bastante bien
y vivimos un poco mejor
la vida mejore un poco
aunque sólo sea por pudor.
tal vez los artistas no han tenido el
poder suficiente,
tal vez sea que los políticos, los generales, los jueces, los
curas, la policía, los chulos de putas, los hombres de negocios
han tenido demasiado poder? no
me hace ninguna gracia esa idea
pero cuando miro a nuestro artistas, preciosos y pálidos,
del pasado y del presente, me parece que
bien pudiera ser.

(a la gente no le gusta que hable así.
Chinaski, corta el rollo, dicen,
no eres tan grande.
pero
joder, yo no estoy hablando de
grandeza.)

lo que digo es
que el arte no ha mejorado la vida tal como
debiera, tal vez porque siempre ha sido más
íntimo de la cuenta, y a pesar de que los poetas antiguos,
los nuevos poetas y un servidor
hemos debido de tener más o menos los mismos problemas
con:
las mujeres
el gobierno
Dios
el amor
el odio
la penuria
la esclavitud
el insomnio
el transporte
el tiempo
las esposas, y
demás.

ahora me cuentas que al
tipo que está en la celda de al lado
no le ha gustado cómo puntúo
la ubicación de las comas (sobre todo)
ni tampoco mi forma de hacer digresiones
con objeto de expresar algo con precisión.
ah, no entiende la intención
que es
entrar en calor, limar asperezas, relajarse,
y aun así otorgar el mayor realismo posible
a la palabra sobre la página. la palabra debería ser como
la mantequilla, los aguacates,
el bistec o los bollos recién horneados, o los aros de cebolla o
aquello que se precise de veras,
sea lo que sea. casi tendría que ser
como si se pudieran coger las palabras y
comérselas.

(hay algún listillo en alguna
parte
que dirá
si llega a leer esto:
-¡Chinaski, cuando tenga hambre iré a algún si tio a que
me den de comer!)

en cualquier caso
un artista puede divagar sin perder su
forma esencial. Dostoievski lo hacía. por lo
general narraba 3 o 4 historias al margen
mientras contaba la
principal (en sus novelas, claro).
Bach nos enseñó a tender una melodía
encima de otra y otra más encima de
ésa y
Mahler divagaba más que cualquier otro que yo sepa
y el mensaje de su supuesta
ausencia de forma me parece magnífico.
no permitas que los tipos que se rigen por las reglas establecidas
como ese individuo en la celda de al lado
te impongan ninguna. pásale
un ejemplar de Time o Newsweek
y se dará por
satisfecho.

pero no tengo intención de defender mi obra (ante ti ni ante él)
lo que defiendo es mi derecho a llevarla a cabo como
mayor satisfacción me produce.
siempre he creído que si un autor se aburre con su trabajo
el lector también se
aburrirá.

y no creo en la
perfección, creo en mantener las
entrañas despejadas
de modo que tengo que estar de acuerdo con mis críticos
cuando dicen que escribo cantidad de mierda.

cumples una condena de 19 años y ½
yo llevo escribiendo unos 40.
todos tenemos cuentas pendientes.
todos seguimos adelante con nuestra vida.
todos escribimos mal de vez en cuando
o vivimos mal de vez en cuando.
todos tenemos malos días
y malas noches.

tendría que enviarle a ese tipo en la celda de al lado
las Obras completas de Robert Browning para Navidad,
ése es el estilo que anda buscando
pero me hace falta el dinero para apostar a los caballos,
Santa Anita abre el
26, así que le voy a enviar un ejemplar de Newsweek
(los muertos no tienen futuro, ni pasado, ni presente,
no hacen más que preocuparse por las comas)
y aquí, ¿he ubicado las comas
como es debido,
Abbot?

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Charles Bukowski (1920, Andernach, Alemania-1994, Los Ángeles, U.S.A.), del libro titulado Lo más importante es saber atravesar el fuego (What matters most is how well you walk through the fire, Black Sparrow, 1999), La poesía, señor hidalgo, Barcelona, 2002; traducción de Eduardo Iriarte Goñi.


Christmas poem to a man in jail


hello Bill Abbot:
I appreciate your passing around my books in
jail there, muy poems and stories.
If I can lighten the load for some of those guys with
my books, fine.
but literature, you know, is difficult for the
average man to assimilate (and for the unaverage man too);
I don’t like most poetry, for example,
so I write mine the way I like to read it.

poetry does seem to be getting better; more
human,
the clearing up of the language has something to
do with it. (w.c. williams came along and asked
everybody to clear up the language)
then
I came along.

but writing’s one thing, life’s
another, we
seem to have improved the writing a bit
but life (ours and theirs)
doesn’t seem to be improving very
much.

maybe if we write well enough
and live a little better
life will improve a bit
just out of shame.
maybe the artists haven’t been powerful enough,
maybe thwe politicians, the generals, the judges, the
priests, the police, the pimps, the businessmen have been too
strong? I don’t
like that thought
but when I look at our pale and precious artists,
past and present, it does seem
possible.

(people don’t like it when I talk this way.
Chinaski, get off it, they say,
you’re not that great.
but
hell, I’m not talking about being
great.)

what I’m saying is
that art hasn’t improved life like it
should, maybe because it has been too
private? and despite the fact that the old poets
and the new poets and myself
all seem to have had the same or similar troubles
with:
women
government
God
love
hate
penury
slavery
insomnia
transportation
weather
wives, and so
forth.

you write me now
that the man in the cell next to yours
didn’t like my punctuation
the placement of my commas (especially)
and also the way I digress
in order to say something precisely.
ah, he doesn’t realize the intent
which is
to loosen up, humanize, relax,
and still make as real as possible
the word on the page. the word should be like
butter or avocados or
steak or hot biscuits, or onion rings or
whatever is really
needed. it should be almost
as if you could pick up the words and
eat them.

(there is some wise-ass somewhere
out there
who will say
if he ever reads this:
“Chinaski, if I want dinner I’ll go out and
order it!”)

however
an artist can wander and still maintain
essential form. Dostoievski did it. he
usually told 3 or 4 stories on the side
while telling the one in the
center (in his novels, that is).
Bach taught us how to lay one melody down on
top of another and another melody on top of
that and
Mahler wandered more than anybody I know
and I find great meaning
in his so-called formlessness.
don’t let the form-and-rule boys
like that guy in the cell next to you
put one over on you. just
hand him a copy of Time or Newsweek
and he’ll be
happy.

but I’m not defending my work (to you or him)
I’m defending my right to do it in the way
that makes me feel best.
I always figure if a writer is bored with his work
the reader is going to be
bored too.

and I don´t believe in
perfection, I believe in keeping the
bowels loose
so I’ve got to agree with my critics
when they say I write a lot of shit.

you’re doing 19 and ½ years
I’ve been writing about 40.
we all go on with our things.
we all go on with our lives.
we all write badly at times
or live badly at times.
we all have bad days
and nights.

I ought to send that guy in the cell next to yours
The Collected Works of Robert Browning for Christmas,
that’d give him the form he’s looking for
but I need the money for the track,
Santa Anita is opening on the
26th, so give him a copy of Newsweek
(the dead have no future, no past, no present,
they just worry about commas)
and have I placed the commas here
properly,
Abbot?

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Charles Bukowski (1920, Andernach, Alemania-1994, Los Ángeles, U.S.A.)

19.

GASTOS FIJOS

Estuve haciendo cuentas
pues no sé hacer milagros
ni esas cosas que dicen
sabemos las mujeres.

Y ahora que estás lejos me pregunto
si acaso vivir sola
no me cuesta más caro.


Ángeles Mora, ¿Las mujeres son mágicas?, 4 Estaciones, Delegación de Publicaciones del Ayuntamiento de Lucena, Córdoba, 2001.

18.

¿QUÉ ES EL TAE KWON-DO?

El Tae Kwon-Do es un arte marcial transformado en moderno deporte internacional que se ha desarrollado independientemente durante más de 20 siglos en Corea. Su principal característica es la de ser un deporte de combate en el que todas las partes del cuerpo se transforman en instrumentos de defensa para repeler a un posible enemigo.
Todas sus técnicas se fundamentan en un espíritu defensivo y de mantenimiento de la salud, a través de una concienzuda disciplina mental. Para el taekwondista, su cuerpo entero es un arma con la que poder atacar y/o rechazar cualquier agresión. Pero el Tae Kwon-Do como deporte marcial, no es sólo un arte superior de defensa personal, sino que también desarrolla una sensibilidad especial en quienes lo practican.
En la práctica del Tae Kwon-Do podemos distinguir dos grandes grupos de objetivos: físicos y mentales.
Físicamente, el practicante de nuestro deporte desarrolla al máximo todas las capacidades propias de su cuerpo: fuerza, elasticidad, resistencia, integración (adaptabilidad) en cualquier medio en el que desenvuelva su actividad, así como un desarrollo armónico y funcional de todo su organismo, y, derivadamente, el acceso a un efectivo método de defensa personal sin armas, en el que los recursos del practicante son el equipo natural y “vulnerable” de su cuerpo. Por ello, las técnicas del Tae Kwon-Do están ideadas para ejercitar todos los músculos y articulaciones del organismo, para adecuarlos a un sistema de defensa totalmente integrado y eficiente.
Con la aplicación del principio cósmico del Yin y el Yang a las diferentes partes del cuerpo, se consigue potenciar naturalmente sus posibilidades. Lo que es “blando” es flexible, también es móvil. Lo que es “duro” tiene resistencia natural, y por lo tanto ayuda a concentrar la fortaleza cuando el ataque lo requiera. Es en la armonización de la blandura y la dureza cuando el cuerpo se constituye en una efectiva arma de lucha que nos lleva, en el momento de golpear, a sentir íntimamente ese golpe y lo que representa, lo que implica, sus consecuencias. A afrontar a los adversarios del mismo modo que el agua pasa por una pared, resbalando y filtrándose entre sus grietas, para volver a encontrarse al final del camino. Así el movimiento dejará de ser puramente mecánico y se hará conjunto con la mente, unificando el cuerpo y el espíritu.
Espiritualmente, el Tae Kwon-Do adiestra a sus practicantes a perseverar en sus objetivos y a afrontar sus responsabilidades con valentía, inculcándoles unos ideales de justicia y compañerismo, conforme a los cuales unificar su modo de vida.
El hombre alcanza así un estado de emoción interior que abre todos sus sentidos al exterior de una forma diferente. El practicante de Tae Kwon-Do posee una receptividad especial que le permite expresar todo su talento con sinceridad y sin miedos.
Podemos preguntarnos seguidamente: ¿cuál es el fundamento del Tae Kwon-Do?
Todas las cosas tienen sus debilidades... y su fuerza. La armonía del Universo equilibra todas estas fuerzas y debilidades extrayendo de ellas el máximo provecho global, el máximo bien. La debilidad es complementaria de la fuerza y al contrario. Es la comprensión de este principio lo que ha fundamentado el Tae Kwon-Do, haciendo consciente al individuo de su energía natural y también de su debilidad, para aplicar ambas con la mayor ventaja posible. De este modo la persona supera su único obstáculo real: la falta de fe en sí mismo.
Cuando uno se consagra con sinceridad a la práctica del Tae Kwon-Do, ingresa en una situación de relaciones recíprocas, en la que el valor moral se incrementa a través del desarrollo físico, y la vanidad se transforma en auténtica confianza; pues, quien tiene el conocimiento de su propio valor, se limita a guardar silencio, porque cuando hable, sus palabras se corroborarán con hechos, mientras que las del otro seguirán siendo sólo palabras, y esas al final acabará por llevárselas el viento.
Pero, ¿cómo conseguir este estado?
La mente debe estar serena y la voluntad bien determinada. Una actitud mental de preocupación o distracción embotará nuestra percepción, impidiendo que la respuesta sea sincrónica al estímulo e incluso se anticipe a este. La defensa debe iniciarse justo antes de empezar su ataque el enemigo.
Se debe responder sin timidez. La atención debe estar fija por completo en el adversario y en las acciones requeridas para frustrar su ataque. Hay que llegar a comprender y aceptar el hecho de que resistir y defender la vida significa arriesgarse. Una vez aceptado este riesgo, el miedo no debe distraernos, el adversario no podrá intimidarnos y estaremos libres para percibir sus debilidades y concentrarnos en ellas en lugar de las nuestras. Esto es la absorción total de la persona en la acción, el entusiasmo del espíritu unificado que triunfa naturalmente sobre el espíritu desordenado.
Eso es el Tae Kwon-Do, una respuesta al principio de Armonía Universal. Que lleguemos a comprenderlo depende de nosotros.


Kim Boo Hyang, Tae Kwon-Do. Fundamentos y Pumse, 1989.

17.

Y
o

e
r
a

t
a
n

d
e
l
g
a
d
o

cuando luchaba
contra la burocracia

16.

TRAS LOS CHINOS


Al amanecer, un viento del Norte ha zarandeado
la nieve de las ramas de los abetos. Ningún disfraz
dura demasiado. ¿Pensabas que no había vientos
debajo de tierra? Mi caballo tártaro prefiere
el viento del Norte. ¿Pensabas
que la muerte y un poco de tiempo me detendrían?
¿Acaso no me elegiste por mi condición
obstinada, por los ojos verdes que ahuyentaban
a los timadores y engañabobos de nuestra puerta?
He abierto un pequeño sendero, un círculo ovoide
alrededor de tu tumba, para mantener el calor
mientras te hablo. Soy la única
en el cementerio. Elegiste bien. Nadie
es tan obstinada como yo, y mi caballo tártaro
prefiere el viento del Norte.


AFTER THE CHINESE


By daybreak a north wind has shaken
the snow from the fir boughs. No disguise
lasts longs. Did you think there were no winds
under the earth? MyTartar horse prefers
a north wind. Did you think
a little time and death would stop me?
Didn’t you choose me for the stubborn
set of my head, for green eyes that dared
the cheat and the haggler from our door?
I’ve worn a little path, an egg-shaped circle
around your grave keeping warm
while I talk to you. I’m the only one
in the graveyard. You choose well. No one
is as stubborn as me, and my Tartar horse
prefers a north wind.


Tess Gallagher, Moon crossing river, 1992; traducción de Eduador Moga para Bartleby Editores, Madrid, 2006.

15.

¿QUIÉN TE HA DICHO QUE 2+2 SON CUATRO?

Hitler tenía razón, en realidad. Sólo que se equivocó en la puesta en práctica y en los objetivos. El 90% de la humanidad no sirve absolutamente para nada. Nacer, comer, cagar, joder, procrear y morir. Punto. Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Mierda. Pagar letras, reírse de chistes malos y ver películas de vídeo. Hablar de cine. Hablar de mujeres. Hablar de deportes. Hablar. Bla bla bla. Hablar. Dictar leyes. Democracia. Te damos por el culo y tú nos pagas. Utilice las vías legales. Le empapelamos de pólizas la boca y le damos un paseo. Democracia, dictocracia, falacia. Hay siete días en una semana y te vamos a joder cinco. También te vamos a joder las noches porque te vamos a dejar tan hecho polvo que de lo único que te vas a acordar antes de acostarte es de poner el despertador. Para los fines de semana hemos inventado cosas que se llaman familia, hipermercado, calamares fritos, pulpo a la gallega, calcetines limpios y sexo seguro, si te lo encuentras. Si no, es igual. El sexo es una falacia más, de todas formas. La sacrosanta institución del matrimonio la inventó Dios para resolver el problema de los cojones hinchados. Cuando se hinchan los cojones chungo. Hay problemas. El secreto está en que la gente tenga los cojones vacíos y el estómago lleno. Lo que no se previó fue qué se supone que tienen que hacer las mujeres, los mendigos y los eunucos. Eso tampoco lo he resuelto yo, de momento. Pero calma. Que en esta vida todo llega. Estamos a finales del segundo milenio de la era judeocristiana y seguimos en bolas. El logro último de la humanidad será llegar a neutralizarse de tal manera que se descomponga sin la ayuda del espacio exterior. Un paso hacia delante, tres hacia atrás. Luego el cierre. A chapar el chiringuito. Mientras tanto, bueno, ya lo sabéis: nacer, comer, cagar, joder, procrear y morir. Todo esto ha sido dicho muchas veces. Sólo que me apetecía volver a decirlo a mí.
Y que se joda, supongo, el que lo lea.

Y un plus, por lo de la contradictio y tal:

Saroyan me enseñó que hablar de uno mismo es hablar del universo: ¿Qué es lo que me interesa más? Todo, especialmente yo. Es decir, tú. Es decir, la gente. Es decir, el mundo. Es decir, el espacio; la energía; la materia; el orden; el desorden; la aventura; la religión; la música; las películas; los juegos de cánicas; todo. Y no sólo eso. También lo que yo llamo las "tres reglas de oro de Saroyan": 1) Quédate en casa para buscar tus temas; 2) Escucha tu escritura y asegúrate de que se lee y suena bien; 3) Sé breve. Eso lo escribió en el mes de diciembre de 1938. Más de medio siglo después, sigue vigente.
Y seguirá vigente mientras haya escritores que merezcan el nombre.
Es curioso que en los últimos años se haya puesto de modo lo que algunos han dado en llamar "minimalismo" (aunque en España, como es natural, se popularizó la versión prostituida del concepto, el mal definido y peor comprendido "realismo sucio"). La buena literatura siempre ha sido minimalista. Desde la Antología Palatina hasta el Romancero, desde Li Po hasta Raymond Carver, las tres reglas de oro se mantienen. Realismo, sobriedad, brevedad. El que desee entablar una discusión con dos mil setecientos años de historia que empiece cuando quiera. Yo seguiré adelante, haciendo las cosas como hay que hacerlas. Sólo hay una manera de hacer las cosas bien. Y es la única que me interesa.

Todos los monos del mundo, Roger Wolfe, (Renacimiento, Sevilla, 1995).

14.

MENTA

Los árabes rinden a la menta un verdadero culto, y en este punto concreto yo me siento dispuesto a abrazar su religión. Tanto en los zocos como en los admirables palacios de mosaico no se respira más que el aroma sutil y embriagador de esta hierba mágica. Desde el más humilde fellag hasta el más poderoso emir, no hay árabe que no lleve un ramito de menta. Al primero le sirve de antiséptico, aleja las moscas portadoras de gérmenes infecciosos y mantiene apartados a peligrosos microbios gracias a la esencia de que está impregnada, el mentol. Al segundo le sirve, en cierto modo, de ‘mensajero de amistad’ o de amor. Las virtudes afrodisiacas de la menta se han cantado demasiadas veces para que no haya en la alusión un fondo de verdad.
La bella Scherezade, además de contar los maravillosos cuentos de las Mil y una noches al sultán, seguramente salvó la vida gracias a alguna que otra tacita de té de menta servida oportunamente antes del amanecer para amenizar las prodigiosas aventuras de Simbad el Marino y de Aladino.
La menta puede utilizarse de todas las maneras posibles, ya sea, naturalmente, en té o tisanas, mezclada con tila, ya en las salsas (como hacen los ingleses, injustamente criticados por esta ‘manía’), en cócteles (como norteamericanos) y en las ensaladas. Nada más refrescante que los ‘rollitos de primavera’ de los vietnamitas o las ensaladas a la menta de los chinos.
No me extenderé en las características botánicas de las mentas: su perfume único las hace reconocer entre mil. Son primas de la salvia, el tomillo, el serpol, la melisa y otros tantos tesoros de la Naturaleza clasificados en la familia de las labiadas. Existen diversas especies, todas las cuales poseen propiedades análogas, en grados diferentes.
La menta poleo, llamada también poleo real, se conoce en algunas regiones con el nombre de hierba de las pulgas o ‘ahuyentapulgas’, porque aleja a estos indeseables insectos. Se encuentra, especialmente, en los lugares húmedos, en los prados inundados en invierno. Los antiguos griegos y latinos la conocían bien; con ella hacían coronas para todas sus ceremonias; la utilizaban contra mordeduras de serpiente, picaduras de insecto y de escorpión, tos, vómitos, trastornos urinarios de toda clase, vértigos, dolor de cabeza, desfallecimiento sexual y dolores de la menstruación. En la Edad Media, los médicos empezaron a descubrir nuevas propiedades, como tratar las fiebres, estimular el estómago y el intestino, calmar el histerismo y los trastornos visuales, reducir las hinchazones, curar la ictericia y las enfermedades del pecho y aliviar todos los dolores.
La menta verde comprende en realidad varias especies silvestres muy afines, especialmente la menta de espiga y la menta de bosque. En todo el mundo se cultivan, además, otras especies y numerosos híbridos: menta crespa (o rizada), menta acuática, menta de hoja redonda, menta roja, etcétera.
La menta piperita, llamada también menta inglesa, es probablemente el resultado de un cruce de menta acuática y menta verde. Es la que hoy se utiliza principalmente.
Se cultiva en todo el mundo y, probablemente, es la planta aromática más solicitada. ¡Por desgracia para ella y para nosotros! Y es que, para obtener una menta hermosa y abundante, los productores la tratan de diez a doce veces al año. Y acaba convertida en verdadero veneno.*
No hay que preocuparse por lo complejo de la enumeración, pues todas las mentas son útiles y, sea cual fuere la que encuentre en el campo o planten en el jardín, ha de brindarles toda clase de virtudes medicinales. Las mentas son tónicas: devuelven la energía a todos los órganos sin excepción, lo que las hace muy recomendables para los niños, los ancianos y los convalecientes. Pero, en particular, son amigas del corazón y de los nervios (que tonifican y calman gracias a sus propiedades antiespasmódicas). Son también fieles aliadas del sistema digestivo: como estomacales, ayudan al estómago en su trabajo; combaten tanto los calambres como las malas digestiones, aerofagia, hinchazón, pesadez, náuseas y úlceras incipientes; contribuyen a la liberación de gases intestinales y alivian todo el aparato digestivo. Finalmente, coadyuvan a la acción del hígado y del páncreas.
Las propiedades antiespasmódicas de las mentas se revelan óptimas contra los casos de tos, afecciones respiratorias (asma, bronquitis), neuralgias, nerviosismo, insomnio, temblores, angustias, etcétera. Sus propiedades diuréticas y antifebrífugas las hacen recomendables contra todas las enfermedades de origen infeccioso, máxime puesto que estas virtudes van acompañadas de una indiscutible eficacia bactericida y antiséptica. Las mentas son también anestésicas (la sensación de frescor que se experimenta al masticarlas se debe al adormecimiento de las mucosas de la boca): de ahí su importancia, en uso externo, para tratar contusiones, heridas, infecciones, inflamaciones, puntos dolorosos del reumatismo y la gota, etcétera. Los gargarismos de menta actúan eficazmente contra los dolores de encías y de muelas y, por añadidura, purifican el aliento.

Recolección:

Las hojas y, a veces, las flores de la menta se cogen inmediatamente antes de la floración, que puede producirse en épocas diferentes del año, según la especie y la región. Es conveniente vigilar con atención las matas silvestres que destinen a su pequeña farmacia natural. Las hojas se secarán a la sombra. Se conservan sin problemas.
Evidentemente, para tener la seguridad de hacer la recolección en el momento oportuno, lo más sencillo es cultivar la menta en el jardín. Prefiere las tierras bladas, fértiles y relativamente húmedas. La cabeza en la sombra y los pies al fresco: así es como más hermosa está. Para aclimatarla, basta plantar unas cuantas cepas astilladas en primavera o en otoño. Para que prendan es necesario un buen riego; después la menta prosperará sola y hasta demostrará tendencia a invadirlo todo.

Preparación y empleo:

Infusión y decocción: Échense 4 o 5 pulgaradas de hojas y flores secas o frescas en un litro de agua. (Una taza de menta pura por la mañana y una taza de menta y tila por la noche.)
Decocción para gargarismos (contra mal aliento, dolor de muelas y enfermedades de las encías), lociones, compresas, etcétera: 10 pulgaradas de hojas por litro de agua.
Maniluvios y pediluvios: Las mismas proporciones que para la decocción anterior.
Polvo de hojas (uso interno, como tónico de los órganos, en caso de urgencia): una pulgarada después de la comida principal, con leche, miel o con el postre.
Vino de menta (uso externo, contra espasmos internos): hiérvase un litro de vino tinto o blanco en el que se habrá echado un puñado de hojas de menta secas y frótese suavemente el vientre o el pecho con una compresa impregnada en el líquido filtrado.
Alcohol de menta: Adquiérase en una buena herboristería. No olviden que es su mejor arma de intervención inmediata contra vértigos, náuseas, jaquecas y mareos de viaje (automóvil o avión).
Caramelos de menta: Aunque el azúcar que se utiliza para la elaboración de caramelos no sea particularmente saludable (ni para los dientes ni para el estómago ni para el aparato circulatorio, y no digamos para los diabéticos), un caramelo de menta chupado a tiempo puede prevenir pequeñas molestias de todos los días como el dolor de cabeza.

Notas:

-En infusión ligera, la menta calma y adormece el dolor. A grandes dosis (10 pulgaradas por litro) sirve, por el contrario, de tónico nervioso y estimulante digestivo. Calma el dolor de estómago y las crisis de vómitos o aerofagia.
-Para mantenerse en buena forma física, recomiendo la infusión que prescribí a los campeones del Tour de Francia: 6 pulgaradas de menta y 2 pulgaradas de romero por litro de agua.
-Para combatir la impotencia y la frigidez y favorecer la armonía de la pareja, tómese la siguiente infusión: 2 pulgaradas de menta y una pulgarada de ajedrea por taza de agua hirviendo.

*Si no pueden cultivarla por sí mismos, pongan atención en el momento de la compra. En todo caso, conviene saber que el “Laboratoire des Herbes Sauvages de Fleurance” suministra, además de la menta, toda clase de plantas (no tratadas) de sus propias plantaciones.

Maurice Mességué, Mon herbier de santé.