miércoles, 22 de diciembre de 2010
51.
Tres hijos fuertes tenía
como tres robles del campo,
tres hijos que en el verano
cosechaban y reían.
Hasta que el virrey, un día
hubo menester soldados
y amarrados a un caballo
se los llevó de mi villa.
Tres hijos fuertes tenía
como tres robles del campo.
Antonio Cisneros (Lima, Perú, 1942)
sábado, 30 de octubre de 2010
sábado, 9 de octubre de 2010
50.
También mueren caballos en combate,
y lo hacen lentamente, pues reciben
flechazos imprecisos. Se desangran
con un noble y callado sufrimiento.
De sus ojos inmóviles se adueña
una distante y superior mirada
y sus oídos sufren la agonía
furiosa y desmedida de los hombres.
Julio Martínez Mesanza, de Europa y otros poemas, Puerta del Mar, Málaga, 1990.
lunes, 23 de agosto de 2010
49.
todo se ha hecho monte, se ha hecho Estado con el monte
todo es monte y los viejos caminos
todo es monte y la zorra y el lobo
todo es monte y hasta la maleza es monte
todo es vanidad cocida en un vapor que crece rápido las [plantas
todo es monte al monte se convierte tras un bautismo rápido
todo es monte monte monte
sobre la tierra quemada baila un viejo soltero con su joven [rescatada
se come de más en las bodas para después dar tumbos al [venir
por los caminos borrados
todo es monte monte monte
todo es monte monte monte
¿de dónde vengo yo?
(II)
el problema del monte es el contagio: cualquier objeto antiguamente habituado puede terminar invadiendo la casa, el cuerpo, el propio monte
el problema de la melancolía
y tal vez no sean problemas, sólo rachas de viento
que se curarían al enfocar correctamente el/los objetos/s de [deseo/s
(...es un problema enamorarse a monte)
María Salgado (Madrid, 1984)
Los dos textos pertenecen a 31 poemas (Colección Puerta del Mar, CEDMA, Málaga, 2010)
lunes, 2 de agosto de 2010
Agenda de AGOSTO 2010 en LA CASA CON LIBROS
ya estamos en agosto, pero en La Zubia seguimos con poesía, música y cine todos los jueves a partir de las nueve y media de la noche, con la fresquita. Para quienes pueda interesaros y tengáis un rato para acercaros, ahí os va el cartel de actividades de este mes de AGOSTO 2010:
JUEVES 9
21:30 horas
P O E Z Í A :
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR
Rosa Sanz
Con entrada gratuita y de regalo una postal con un poema inédito de la poeta invitada.
JUEVES 19
21:30 horas
M Ú Z I C A :
CANCIONES PARA VOZ Y LAÚD EN LA ÉPOCA DE SHAKESPEARE
Florence Millett-Sikking (soprano) & Francisco Hervás (laúd)
Entrada: 5 €
JUEVES 26
21:30 horas
Z I N E M A :
BOLA DE NIEVE: EL HOMBRE TRISTE QUE CANTABA ALEGRE,
de José Sánchez Montes
(España/Cuba/Méjico, 1986), V.O. 73 min.
Entrada libre
Todas las actividades hasta completar aforo y a partir de las 21:30 horas en el salón de reuniones de LA CASA CON LIBROS (Calle del poeta Miguel Hernández, 19, antigua calle Real, enfrentico la iglesia) en La Zubia, Gr.
ORGANIZA: Asociación Cultural La Zagüía
COLABORA: www.lacasaconlibros.com
48.
No tengo parientes, hago del cielo cambiante y de la tierra presente mis parientes.
No tengo hogar, hago de la conciencia diáfana mi hogar.
No tengo vida ni muerte, hago del ritmo lento de la respiración mi vida y mi muerte.
No tengo poder divino, hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo recursos, hago de la comprensión sutil mi recurso.
No tengo secretos mágicos, hago del carácter y de la fuerza interior mis secretos mágicos.
No tengo cuerpo, hago de la resistencia mi cuerpo.
No tengo ojos, hago del resplandor del relámpago mis ojos.
No tengo oídos, hago de la sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades, hago de la presta destreza mis extremidades.
No tengo estrategia, hago de aquello que el pensamiento no ensombrece mi
estrategia.
No tengo designios, hago de apoderarse de la oportunidad mi designio.
No tengo milagros, hago del recto camino de las acciones propias mi milagro.
No tengo principios, hago de la adaptabilidad a toda circunstancia mi principio.
No tengo tácticas, hago del vacío y de la plenitud mis tácticas.
No tengo talentos, hago del ingenio mi talento.
No tengo amigos, hago de la mente mi amiga.
No tengo enemigos, hago de la imprudencia y del descuido mis enemigos.
No tengo armadura, hago de la benevolencia y la rectitud mi armadura.
No tengo castillo, hago de la mente inamovible mi castillo.
No tengo espada, hago de la ausencia del yo mi espada.
Anónimo del siglo XIV, Japón.
domingo, 18 de julio de 2010
47.
Se necesita que ya no haya líderes importantes ni dirigentes de multitudes, sino que cada hombre sea capaz de conducirse por sí mismo, como el que puede arreglar sus negocios con el más allá.
Espero el renacimiento del amor a las plantas y a los animales, el apogeo del hobby, que es un renuevo doméstico de la aplicación de la mano artesanal. Necesitamos relacionar el espíritu y la materia, y no dejar al espíritu en esa vagancia que aunque nos haya producido buena música y buena poesía, nos haya producido buena música y buena poesía, nos ha costado también delirios de grandeza. El espíritu se ha vuelto un falso truchimán, un lenguaraz que pervierte el mensaje porque no lo subordinamos a la vida.
Profeso un sagrado horror a la inteligencia y a la razón. De mí todo ha salido del reino de las intuiciones y me declaro un irracionalista, porque lo irracional es una forma más profunda o más alta de lo racional. Lo único que vale en la vida es lo que brota de esa zona secreta. Hay personas que pueden apropiarse de una cantidad de pensamiento ambiental o que tienen la capacidad de recoger dentro de la propia experiencia la experiencia ajena. La intuición es el recuerdo que todavía no vivimos, el déjà vu psicoanalítico, lo que creemos ya visto o conocido (al entrar a una casa nos parece que ya estuvimos allí), pero en nada me uno al ocultismo ni a los fenómenos paranormales.
La cultura consiste en ponerse uno en el espíritu lo que le pertenece, aunque no lo haya pensado. Hay poemas enteros que los siento totalmente míos porque me dicen a mí mismo, me ayudan a saber quién soy; cuando los recito parece que yo los estuviera componiendo porque los vivo. La cultura es auténtica cuando revive en nosotros. Puedo repetir de pronto algún pasaje de un poeta oscuro o apoyarme en un filósofo sin percatarme. Soy un actor del conocimiento porque lo represento ante los demás, no porque yo sea un sabio.
Sostenemos que el pecado original fue el pacto de la mujer con el diablo para perder al hombre. Pensemos lo que significa sobre la tierra una ética basada en semejante dislapso.
Cuando se habla de cultura debemos apartar de nuestra mente la idea de ciertos refinamientos del gusto y de la abstracción. La verdadera cultura es concepción del mundo. Si la redondez total del conocimiento es ahora imposible, el hombre culto siempre tiene a su alcance los datos que pueden hacerle comprender el universo físico y espiritual que lo rodea, así como las peripericias esenciales que nos han llevado o traído a ese conocimiento en generaciones sucesivas, a partir del primer hombre que se preguntó quién era y por qué estaba en el mundo. Quien renuncia a enterarse de algo que no es de su competencia porque cree que pertenece a otro ámbito, se excomulga automáticamente del gremio universitario y se va a vivir como falso Robinsón a un islote de especialista. Hombre culto es el que está con los demás en comunicación activa. Un centro emisor de humanidad, con ideas y actitudes que se ajustan armoniosamente a la realidad inmediata de cada día.
Cada uno está obligado a comprender el mundo y a comprenderse a sí mismo simultáneamente. El hombre que se va de este mundo sin saber quién es ni dónde estuvo, es como un tonto en vísperas, aunque sea un tonto loco, desesperado o genial.
En el claro de la selva, trabaja un constructor de arcos; alguien aplica su espíritu a la materia y la transforma con sus manos. Se acerca un muchacho curioso y atento: quiere saber cómo se hace un arco. El operario interrumpe su trabajo y le explica las cualidades de la madera, de la cuerda, del pedernal y de las plumas. Le dice cómo se manejan las herramientas. Le hace comprender el fenómeno de la tensión que proyecta la flecha al espacio. Le dice que un arco sólo es arco cuando funciona como arco. En ese momento el artesano se convierte en maestro y ejerce su influjo sobre un alma, en vez de aplicarlo solamente a la materia inerte.
Extractos de La palabra educación, de Juan José Arreola (Editorial Diana, México, 1979).
sábado, 3 de julio de 2010
AGENDA DE JULIO
JULIO de 2010
JUEVES 1 de JULIO
21:00 horas
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR
José Carlos Rosales
Entrada gratuita (y una postal de regalo con poema inédito del autor invitado)
JUEVES 8 de JULIO
21:30 horas
MÚZICA: FLAMENCO
JUAN RUBIO al cante acompañado por la guitarra de BILLY GÓMEZ
Entrada: 5€
JUEVES 15 de JULIO
21:00 horas
PHOTOGRAFIA
Muestar antológica del Festival Internacional de Fotografía de Lodz (Polonia)
SLIDESHOW a cargo de Marta Szymanska
Entrada libre
JUEVES 22 de JULIO
21:00 horas
ZINEMA
Round Midnight, de Bertand Tavernier
(USA/Francia, 1986), V.E. 133 min.
Entrada libre
JUEVES 29 de JULIO
21:30 horas
MÚZICA: TANGO
JAVIER OYHANARTE (guitarra) & OSVALDO JIMÉNEZ (cantor)
Entrada: 5€
Todas las actividades están organizadas por la Asociación Cultural La Zagüía y tienen lugar en LA CASA CON LIBROS, alojamiento rural situado en la Calle del poeta Miguel Hernández, 19 (antigua calle Real, enfrentico la iglesia), en La Zubia. La barra de la asociación está abierta todos los jueves de 20 a 23:30 horas. La entrada es gratuita (excepto los conciertos) hasta completar aforo. ORGANIZA: Asociación Cultural La Zagüía. COLABORA: www.lacasaconlibros.com
miércoles, 30 de junio de 2010
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR, 4
José Carlos Rosales (Granada, 1952) ha publicado los libros de poemas El buzo incorregible (Granada, 1988 y 1996), El precio de los días (Sevilla, 1991), La nieve blanca (Valencia, 1995), El horizonte (Madrid, 2003; Premio Ciudad de San Fernando), El desierto, la arena (Sevilla, 2006), Libro de faros (Málaga, 2008; selección de poemas y estudio preliminar sobre “El faro como metáfora”) y el cuaderno no venal Dos movimientos (Málaga, 2009). Doctor en Filología Hispánica, actualmente reside en su ciudad natal.
martes, 1 de junio de 2010
ZINEMA & MÚZICA: PROGRAMACIÓN DE JUNIO 2010
*JUNIO de 2010*
*JUEVES 3 de JUNIO*
*21:00 horas*
POESÍA QUE QUISE
ESCRIBIR<http://
*Alejandro Pedregosa*
*JUEVES 10 de JUNIO
21:00 horas*
ZINEMA
*Thelonious Monk: Straight, no
de Charlotte Zwerin, USA, 1988, (V.O.S.E.)
*JUEVES 17 de JUNIO
21:00 horas
*ZINEMA*
de Hernán Gaffet, Argentina, 2004 (V.O.)
*
JUEVES 24 de JUNIO
21:30 horas*
MÚZICAS: JAZZ
*PAUL STOCKER QUARTET* en concierto
*DOMINGO 27 de JUNIO
21:30 horas*
MÚZICAS: TANGO
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR, 3
Alejandro Pedregosa (Granada 1974) es licenciado en Filología Hispánica y en Teoría de la literatura.
Su producción literaria se inicia con dos libros de poemas: Postales de Grisaburgo y alrededores (accésit del Premio García Lorca, 2000) y Retales de un tiempo amarillo (Premio Ciudad de Trujillo, 2002). Se estrena como novelista con una historia policíaca, Paisaje quebrado, que en 2004 obtiene el Premio de novela corta José Saramago.
Dos años después, publica un nuevo libro de poemas, En la inútil frontera (Premio nacional de poesía Paloma Navarro) en la editorial Point de Lunettes. En el año 2007 gana el XXIX Premio de poesía Arcipreste de Hita por el libro Los labios celestes (Pre-Textos). En 2008 se publica su segunda novela El dueño de su historia, una revisión novelada de los años finales de la dictadura española. En primavera de 2010 llegará a las librerías su última novela, Nueve días (Ediciones B).
lunes, 17 de mayo de 2010
46.
antepón tu propia libertad
sacraliza tu nombre y tu tierra
no permitas que nadie hable por ti
líbrate de aquellos que te dieron guerra
perdona a quien te dé la gana
y persigue sombras cuando te apetezca
envuelve tus días con cariño
convoca una fiesta para los que te prestaron aliento
e invita al tiempo a permanecer junto a ti---
Pedro del Pozo y Toscano (Sevilla, 1971)
Fritz The Cat este JUEVES, 20 de mayo
Las tardes de cineclub en LA CASA CON LIBROS siguen en la tarde-noche de los jueves a partir de las 21 horas. Este próximo JUEVES 20 de mayo, y dentro del ciclo de cine felino, podremos disfrutar de Fritz the Cat, mítica película de animación del cine independiente de la escena estadounidense de los años 70, en la que la colaboración entre el el director Ralph Bakshi y el famoso dibujante Robert Crumb hizo posible esta comedia negra sobre el sexo, las drogas y la violencia. El tráiler subtitulado en español que podéis ver pinchando aquí os dará una imagen de quién es el icónico gato Fritz.
Aprovechamos también para recordaros que TODAS LAS TARDES DE LOS JUEVES la Asociación Cultural La Zagüía tiene abierta la barra de la asociación de 20 a 23:30 horas para aquellxs de vosotrxs que queráis acercaros a tomar algo, conversar un rato y participar de las actividades programadas.
martes, 11 de mayo de 2010
No one knows about persian cats, de Bhaman Gobhadi este JUEVES 13 de MAYO de 2010
Para quienes queráis más info sobre el film, aquí tenéis una sinopsis, una reseña crítica y un trailer en español. La entrada es libre hasta completar aforo. Os esperamos.
sábado, 8 de mayo de 2010
ZINEMA mayo 2010
Comentaros además que, fruto también de la colaboración con la Asociación Cultural La Zagüía, TODAS LAS TARDES DE LOS JUEVES estaremos con el portón abierto de 20 a 23:30 horas para aquellxs de vosotrxs que queráis acercaros a tomar algo en la barra de la asociación y participar de las actividades programadas. En breve, además, estará por fin disponible el servicio de consulta y préstamo bibliotecario en nuestra Biblioteca Rural y esperamos, ya después del verano, poder ofreceros una pequeña pero jugosa oferta de talleres culturales para poder llenar de actividades la tarde entera de los jueves. Poco a poco, que es como mejor se hacen los caminos, y siempre con vuestro apoyo y cercanía.
Deseando que alguna de estas propuestas sea de vuestro interés, nos vemos por aquí los jueves. Gracias por vuestro estar ahí. Os esperamos.
viernes, 30 de abril de 2010
Ángeles Mora y POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR en Radio Vallekas
domingo, 25 de abril de 2010
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR, 2
JUEVES 6 de MAYO de 2010
21:00 horas
Ángeles Mora
leerá poemas de Rosario Castellanos, Emily Dickinson, Rosalía de Castro, Bertolt Brecht y Jaime Gil de Biedma, entre otres autores, en LA CASA CON LIBROS, alojamiento rural situado en la Calle del poeta Miguel Hernández, 19 (antigua calle Real, justo enfrente de la iglesia), en La Zubia.
En cada sesión de POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR, la Asociación Cultural La Zagüía regala al público asistente una postal con un poema inédito del autor o autora invitada.
La entrada es libre hasta completar aforo y hay disponible servicio de bar a precios populares desde las 20 a las 23:30 horas. Os esperamos.
ÁNGELES MORA
Cordobesa de origen, vive desde comienzo de los años 80 en Granada. En la Universidad granadina obtuvo la Licenciatura en Filología Hispánica. En aquellos años de estudios universitarios publicó su primer libro, Pensando que el camino iba derecho (1982), seguido de La canción del olvido (1985). En el año 89 obtuvo el “Premio Rafael Alberti” de poesía por La Guerra de los treinta años, publicado en 1990. De 1990 es también La dama errante. Otras publicaciones: Antología poética (1995); Cámara subjetiva (1996); ¿Las mujeres son mágicas? (2000); Caligrafía de ayer (2000). Con Contradicciones, pájaros (Visor, 2001) consiguió el “Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla”, traducido posteriormente al italiano: Contraddizioni, uccelli (Edizioni dell’Orso, 2005, ed. bilingüe).
Su obra ha sido incluida en diversas Antologías y publicaciones colectivas. Actualmente colabora como columnista de opinión en el periódico Granada Hoy. Coautora, junto con Teresa Gómez, de los textos poéticos para el espectáculo flamenco: De entre la luna y los hombres, 2007, que protagoniza la bailaora Fuensanta ‘La Moneta’.
Último libro publicado: Bajo la alfombra (Visor, 2008). Bajo la alfombra sería, metafóricamente, el lugar donde acaban escondiéndose nuestras miserias: una nueva interrogación o asedio a la vida desde la poética, el erotismo, el paso del tiempo, los caminos de ida y vuelta.
En su poesía siempre quiso reivindicar la magia del lenguaje diario. Ha mezclado la lírica más íntima con la épica cotidiana, la ironía, la tristeza o el sarcasmo para tratar de decir algo sobre nuestro mundo y las verdades contradictorias de nuestras vidas.
viernes, 16 de abril de 2010
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR, 1
JOSÉ GANIVET ZARCOS (Santa Fe, Granada), profesionalmente, ha estado dedicado toda su vida a la enseñanza. Ha colaborado en diversas publicaciones de la Consejería de Educación y Ciencia (Tres veladas musicales con Federico García Lorca, 1998, incluido en el libro homenaje con motivo del centenario de su nacimiento, y Breve Historia de Andalucía). También ha colaborado en Nacionalcatolicismo y Formación Clerical en Granada, Curas Obreros en Granada, La Cruz y el martillo, Lecciones Azules y De La Plaza De Gracia Al Hotel Del Duque.
Ha obtenido dos premios de poesía convocados por la Universidad en sus años de estudiante; el premio en el certamen literario de Montefrío (1974), y, más recientemente, el Premio “Cuadernos del Laurel”, del Ayuntamiento de La Zubia (2004), por su libro Resina y Ónice. Tiene publicados otros poemarios: Ligero con el alba (2005) , Tiempo de poda (2006), Apátridas (2008) y Vamos a soñar poesía (2008).
Colabora frecuentemente en el diario Ideal de Granada y en la revista literaria Entre Ríos.
Algunos de sus poemas han sido musicados por los compositores Ángel Peinado Peinado (maestro de coro de la catedral de Granada) y por Ricardo Rodríguez Palacios (catedrático de dirección coral del Conservatorio Superior de Música de Sevilla).
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR
Aparte, POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR es además una modesta colección de poesía, ya que cada sesión del ciclo va acompañada de una postal (en edición no venal de 69 ejemplares numerados a mano) en la que se recoge un poema del autor invitado y una mínima nota biobibliográfica.
Las sesiones de POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR están organizadas por la Asociación Cultural LA ZAGÜÍA y tienen lugar una vez al mes en el salón de reuniones de LA CASA CON LIBROS, alojamiento rural situado en la Calle del poeta Miguel Hernández, 19 (antigua Calle Real, justo enfrente de la iglesia) en La Zubia (Granada). La entrada es libre hasta completar aforo.
POESÍA QUE QUISE ESCRIBIR
1
JUEVES 22 de ABRIL de 2010
20:30 horas
2
JUEVES 6 de MAYO de 2010
21:00 horas
Ángeles Mora
3
JUEVES 3 de JUNIO de 2010
21:00 horas
Alejandro Pedregosa
4
JUEVES 1 de JULIO de 2010
21:00 horas
José Carlos Rosales
5
JUEVES 5 de AGOSTO de 2010
21:00 horas
Rosa Sanz
6
JUEVES 16 de SEPTIEMBRE de 2010
21:30 horas
José María Gómez Valero
7
VIERNES 29 de OCTUBRE de 2010
21:30 horas
Milena Rodríguez
8
JUEVES 4 de NOVIEMBRE de 2010
21:00 horas
María-Eloy García
9
JUEVES 2 de DICIEMBRE de 2010
21:00 horas
Carmen Camacho
10
JUEVES 27 de ENERO de 2011
20:30 horas
Miguel Ángel Arcas
11
JUEVES 10 de FEBRERO de 2011
20:30 horas
David Eloy Rodríguez + Daniel Mata
12
JUEVES 24 de MARZO de 2011
21:30 horas
Eva Chinchilla + Andrés Kaa
13
JUEVES 7 de ABRIL de 2011
21:30 horas
Emilio Ballesteros
14
VIERNES 27 de MAYO de 2011
21:30 horas
José Rienda
15
VIERNES 17 de JUNIO de 2011
21:30 horas
Aurora Luque
16
SÁBADO 29 de OCTUBRE de 2011
21:30 horas
Antonio Carvajal
17
VIERNES 11 de NOVIEMBRE de 2011
21:30 horas
Alfonso Salazar
18
VIERNES 16 de DICIEMBRE de 2010
21:30 horas
Miguel Ángel García Argüez
jueves, 4 de marzo de 2010
45.
las te de mi vecí son tan boní como la primavé
en el rellano sus trenzas parecen el arco de dos violines
el portal se ilumina como una margarita en combinación cuando abre la puerta
la cerradura del cuarto derecha cruza los ojos cuando va a la compra
al pasar por el segundo izquierda las expectativas de su corazón saben a kétchup
para qué decir cuando regresa cargada con frasquitos de mermelada
cantan sus sandalias como nutrias en los escalones de eucalipto
las manzanas se quitan la ropa la música se lanza tras ella
ni mencionar la pinza de sus ojos los lápices de sus piernas
mi vecina está en llamas tiene los ojos azules como una tarjeta de crédito
no conozco a mi vecina tampoco sé dónde vive
mi vecina es la merienda del mundo
mi vecina está hecha a prueba de tontos
Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957), de La casa roja, Calambur, Madrid, 2008.
jueves, 25 de febrero de 2010
44.
me impiden ver a mi dueño,
en los jardines del sueño
nos daremos una cita.
Ibn Darray al-Qastalli (958-1030)
43.
Al cabo, son muy pocas las palabras
que de verdad nos duelen, y muy pocas
las que consiguen alegrar el alma.
Y son también muy pocas las personas
que mueven nuestro corazón, y menos
aún las que lo mueven mucho tiempo.
Al cabo, son poquísimas las cosas
que de verdad importan en la vida:
poder querer a alguien, que nos quieran
y no morir después que nuestros hijos.
Amalia Bautista (Madrid, 1962)
42.
Soñaba con azucenas blancas,
con una rama de olivo...
con el pecho de ella radiante a la tarde.
Soñaba -me dijo- con un pájaro,
con la flor del limonero,
no filosofaba, entendía las cosas
como las sentía... como las olía.
Pensaba -me dijo- que la patria
era que yo bebiese a sorbos el café de mi madre
y volviera a la tarde.
Le pregunté: ¿Y la tierra?
Dijo: No la conozco,
no la siento latir ni la llevo en la piel
como se dice en los poemas.
Pero un día la vi,
como se ve una tienda, una calle, los periódicos.
Le pregunté: ¿La amas?
Respondió: Mi amor es dar un paseo,
o un vaso de vino, o una aventura.
-¿Morirías por ella?
-Claro que no.
El lazo que me ata a la tierra
es un panfleto... un discurso.
Me enseñaron a amar su amor
pero no he sentido su corazón como propio,
no he olido la hierba, las raíces, las ramas.
-¿Y cómo era amarla?
¿Pica como los soles... como la nostalgia?
Me contestó sin rodeos:
-Mi manera de amar es un fusil,
el retorno de fiestas vetustas
y el silencio de una estatua perdida
de tiempo y origen remotos.
Me habló del momento de la despedida,
de cómo lloraba su madre
en silencio cuando le destinaron
al frente.
La voz atormentada de su madre
grabó bajo su piel un nuevo deseo:
Si crecieran palomas en el Ministerio de Defensa,
¡si crecieran palomas!
...se fumó un cigarro, luego me dijo
como si huyera de un pantano de sangre:
He soñado con azucenas blancas,
con una rama de olivo,
con un pájaro que abrazaba la mañana
en la rama de un limonero...
-¿Y qué has visto?
-He visto lo que he hecho,
una zarza roja
explotando en la arena, en los pechos, en los estómagos.
-¿A cuántos has matado?
-No sabría decirte...
pero me concedieron sólo una medalla.
Le pedí, torturándome: Venga,
descríbeme un cadáver.
Se acomodó en el asiento, y acariciando el periódico doblado
me dijo como quien canta una copla:
Como tumba el viento una jaima en la grava,
abrazando los luceros desplomados,
en la frente despejada una corona de sangre,
el pecho sin medallas,
porque no era bueno luchando,
parecía un labriego, o un obrero, o un vendedor ambulante.
Como tumba el viento un jaima en la grava... murió.
Los brazos tendidos como dos arroyos secos.
Y cuando rebusqué en sus bolsillos
su nombre, hallé dos fotos:
una... de su mujer,
otra... de su hija.
Le pregunté: ¿Te dio pena?
Me interrumpió: Mi buen Mahmud,
la pena es un pájaro blanco
que no se asoma al campo de batalla. Peca
el soldado que siente pena.
Yo sólo era una máquina que escupía fuego rosáceo
y hacía del cielo un pájaro negro.
Me habló de su primer amor,
después,
de calles lejanas,
de las reacciones tras la guerra,
de las bravuconadas de la radio y los periódicos,
y mientras se tapaba la tos con el pañuelo
le pregunté: ¿Volveremos a vernos?
Me respondió: En una ciudad lejana.
A la cuarta copa
le dije bromeando: Así que te marchas... ¿Y la patria?
Me contestó: Déjate de patrias...
Yo sueño con azucenas blancas,
con una calle que gorjee y una casa encendida.
Quiero un corazón bueno, no carne de cañón,
quiero un día soleado, no el instante de la victoria,
demencial... fascista.
Quiero un niño alegre que le ría al día,
no un repuesto para la máquina bélica.
He venido para vivir el alba de los soles,
no su ocaso.
Se despidió de mí... buscaba azucenas blancas,
un pájaro que saludara a la mañana
en la rama de un olivo,
no entendía las cosas
sino como las sentía... como las olía.
Pensaba -me dijo- que la patria
era que yo bebiese a sorbos el café de mi madre
y que volviera, tranquilo, con la tarde.
Mahmud Darwix (Al-Birwa, Palestina, 1941 --- Houston, U.S.A., 2008)
(Traducción de Luz Gómez García)
41.
No pido mucho:
Poder hablar sin cambiar la voz,
caminar sin muletas,
hacer el amor sin que haya que pedir permiso,
escribir en un papel sin rayas.
O bien si parece demasiado:
Escribir sin tener que cambiar la voz,
caminar sin rayas,
hablar sin que haya que pedir permiso,
hacer el amor sin muletas.
O bien si parece demasiado:
Hacer el amor sin que haya que cambiar la voz,
escribir sin muletas,
caminar sin que haya que pedir permisos,
hablar sin rayas.
O bien si parece demasiado…
Kiko Veneno y Miquel Marti i Pol (1929-2003)
40.
De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos.
Las inseguras de cada paso:
casi todo el resto.
Las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve.
Las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro o quizá cinco.
Las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho.
Las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete.
Las capaces de ser felices:
como mucho veintitantas.
Las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro.
Las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente.
Las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori.
Las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme.
Las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano.
Las dignas de compasión:
noventa y nueve.
Las mortales:
cien de cien,
cifra que por ahora no sufre ningún cambio.
Wislawa Szymborska (Kórnik, Polonia, 1923), del libro Instante, (en traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano), Igitur-Poesía, 2005.
39.
Viaje sentimental por Francia e Italia)
Sólo había un viejo y cortés oficial francés en mi palco. Tengo estima a la clase militar, no sólo porque honro a los hombres que encuentran ocasión de perfeccionar sus costumbres en un oficio que frecuentemente empeora a los malos, sino también porque en otro tiempo conocí a uno..., ya no existe. Pero ¿por qué no he de salvar una página del olvido, escribiendo en ella su nombre, y diciendo al mundo que se llamaba Tobías Shandy, el más querido entre mis amigos, y cuya filantropía no puedo evocar, a pesar del tiempo que nos divide, sin que se me arrasen de lágrimas los ojos? En recuerdo suyo, conservo este afecto especial para todos los veteranos. Me levanté, pasé las dos hileras de bancos que me separaban de él, y me fui a sentar al lado del oficial.
El viejecito, con las gafas puestas, se encontraba leyendo un pequeño folleto, que podía ser el libreto de la ópera. En cuanto me senté, él se quitó las gafas, las guardó en un estuche de piel, y se metió el estuche con el folleto en el bolsillo. Yo, levantándome un poco, le hice un discreto saludo.
La actitud del viejecito quería decir:
"He aquí que llega al palco un extranjero que no parece conocer a nadie y que seguramente no conocería a nadie aunque se quedara durante siete años entre nosotros, si nosotros nos empeñamos en conservar puestas las gafas de leer cada vez que él se nos acerque: esto equivaldría a darle en las narices con la puerta de la conversación. Sería tratarle peor que si fuera alemán."
Si en lugar de pensar lo que antecede, lo hubiera dicho en alta voz, en vez de inclinarme, le hubiera dicho que su bondad me obligaba mucho, y que lo agradecía muchísimo.
El mejor secreto para adelantar en la sociabilidad es el dominio de este medio de comunicación, y la pericia en comprender y devolver miradas e insinuaciones, traduciendo en palabras todo su sentido y alcance. Por mi parte, y merced a un largo hábito, lo hago ya tan sin darme cuenta que, cuando voy por una calle de Londres, traduzco, por decirlo así, todo lo que pasa, y a veces he estado en el círculo sin oír cambiar dos palabras, y me he formulado interiormente más de veinte diálogos distintos, que escribiría e incluso juraría que eran reales.
Voy a contar ahora lo que me ocurrió una noche en Milán al ir a escuchar un concierto de Martini. Al entrar en la sala, casi tropecé con la marquesita de F., que salía precipitadamente. Tuve que dar un salto para evitar el choque y dejarla pasar. Pero ella hizo lo mismo, y para el mismo lado que yo, de modo que nuestras cabezas chocaron levemente. Entonces ella se echó al otro lado, pero yo tan desdichado como ella salté también para allá, y volví a obstruirle el paso, muy a pesar mío. Y vuelta a saltar los dos para acá... En fin, una escena ridiculísima. Ambos nos sonrojamos hasta la raíz del cabello. Hasta que, por fin, hice lo que debí haber hecho desde el principio, quedarme inmóvil, y entonces la marquesita pudo salir sin obstáculo. No me atreví a entrar en la sala sin ofrecerle, al menos, la reparación de detenerme un instante a verla hasta perderla por los pasillos. Ella se volvió dos veces; después se adelantó hacia la escalera y se quedó pegada a la pared, como para dejar paso al que bajara y evitar otra escena semejante a la que se había producido conmigo.
---No he acertado en la interpretación ---me dije---; no he traducido bien. La marquesita tiene derecho a mis disculpas expresas y claras, y se hace a un lado para dar lugar esperando que yo me acerque a ella.
Fui hacia ella y le pedí disculpas por la molestia que acababa de causarle, asegurándole que mi intención había sido dejarle el paso franco. Ella me dijo que, por su parte, lo mismo había querido hacer; de modo que los dos nos dimos las gracias mutuamente. A esto, la marquesa estaba ya al término de la escalera, y viendo yo que ningún escudero se le acercaba, le rogué que me permitiera acompañarla al coche. Bajamos juntos; a cada tres peldaños nos deteníamos a comentar el concierto y nuestra aventura. Ya dentro del coche, le dije:
---Señora, debo decirle que por lo menos intenté dejarla salir seis veces.
---Y yo otras tantas le dejé entrar.
---Y plegue al cielo ---añadí--- que lo intentara usted una séptima.
---Con mucho gusto ---dijo ella haciéndome lugar.
La vida es demasiado breve para perder el tiempo en fórmulas de cortesía. Me metí en el coche sin vacilar, y me llevó a su casa. Y del concierto, Santa Cecilia ---que, sin duda, estaba presente--- sabrá lo que pasó: yo no me enteré.
Me falta añadir que nada me fue tan grato durante mi viaje a Itali que ésta, debida, sin duda, a una traducción acertada.
Laurence Sterne (1713-1768)
38.
Simone Weil (París, 1909 - Ashford, near London, 1943)
37.
El cuerpo, esa obviedad. En el gran esfuerzo, en el dolor, en el movimiento o en la suspensión del movimiento, en el amor o en la emoción, en la enfermedad, en la tensión biológica o mental, se revela en toda su importancia. Entonces la obviedad se desvanece. La poesía empieza con ese desvanecimiento. De ahí su parentesco con la carencia y con la ausencia. La recomposición de la obviedad la mata. El mundo obvio, automático, no deja lugar para la poesía; ni tampoco para el arte. Funciona mecánicamente, como un perfecto ---es decir, acabado--- sistema muerto. Contra ese sistema se rebela en común, en tácita conspiración, el cuerpo y la poesía.
Zanásis Jatsópoulos (Aliveri, Eubea, 1961).
Traducción de Vicente Fernández González.
36.
Contemplo yo a mi vez la diferencia
entre el hombre y su sueño de más vida,
la solidez gremial de la injusticia,
la candidez azul de todas las palabras.
No hemos llegado lejos, pues con razón me dices
que no son suficientes las palabras
para hacernos más libres. Te respondo
que todavía no sabemos
hasta cuándo o hasta dónde
puede llegar una palabra,
quién la recogerá ni de qué boca
con suficiente fe
para darle su forma verdadera.
Haber llevado el fuego un solo instante
razón nos da de la esperanza.
Pues más allá de nuestro sueño
las palabras, que no nos pertenecen,
se asocian como nubes
que un día el viento precipita
sobre la tierra
para cambiar, no inútilmente, el mundo.
José Ángel Valente (1929-2000)
35.
Jane Alexander. Directora
Fundación Nacional de las Artes
1100 Avenida Pennsylvania
Washington, D.C. 20506
Querida Jane Alexander,
acabo de hablar con un joven de su oficina, quien me informó de que se me había elegido para ser una de las doce personas que recibirían la Medalla Nacional de las Artes en una ceremonia en la Casa Blanca en otoño. Le dije enseguida que yo no podía aceptar tal galardón del Presidente Clinton o de la Casa Blancaporque el significado mismo del arte, como yo lo entiendo, es incompatible con la cínica política de esta administración. Quisiera aclararle el significado de mi rechazo.
Cualquier persona familiarizada con mi obra desde el inicio de los años sesenta en adelante sabe que yo creo en la presencia social del arte -como algo que rompe el silencio oficial, como vozo para aquellas y aquellos cuyas voces son ignoradas, como un derecho humano innato. A lo largo de mi vida he visto movimientos por la justicia social ampliar el espacio del arte, el poder del arte para romper la desesperanza. En las últimas dos décadas he sido testigo del impacto, cada vez más brutal, de la injusticia racial y económica en nuestro país.
No hay una simple fórmula que relacione el arte con la justicia. Pero sé que el arte -en mi caso el arte de la poesía- no significa nada si simplemente decora la mesa para la cena del poder que lo mantiene rehén. Las radicales disparidades de riqueza y poder en Norteamérica se están agrandando a una velocidad devastadora. Un Presidente no puede rendir honores de manera significativa a determinados artistas elegidos simbólicamente mientras la gente, en su mayor parte, está deshonrada.
Sé que usted se ha comprometido en una lucha seria y desalentadora para destinar subvenciones del gobierno a las artes, oponiéndose a aquellos cuyo miedo y sospechas del arte son abiertamente represivos. Finalmente, no creo que podamos separar el arte de la dignidad y esperanza humanas en general. Mi preocupación por mi país es inseparable de mis preocupaciones como artista. No podría participar en un ritual que me parece tan hipócrita.
Sinceramente,
Adrienne Rich
Se envía copia al Presidente Clinton
Carta recogida en el artículo titulado 'Por qué rechacé la medalla nacional de las artes', reunido en Artes de lo posible, Editoral Horas y horas, Madrid, 2005, con excelente traducción de María Soledad Sánchez Gómez.
34.
No me tachéis de inconsecuente porque mi corazón haya sido apresado por una voz que canta:
Hay que estar serio unas veces y otras dejarse emocionar: como la madera, de la que sale lo mismo el arco del guerrero que el laúd del cantor.
Del alfaquí cordobés Ibrahim Ben Utman, poeta del centro de Al-Ándalus (siglo XII)
EL VIENTO
No hay mayor alcahuete que el viento, pues levanta los vestidos y descubre las partes ocultas del cuerpo,
y ablanda la resistencia de las ramas, haciendo que se inclinen a besar la faz de los estanques.
Por eso los amantes lo emplean como tercero que lleva mensajes a sus amigos y enamorados.
De Ben Said Al-Magribi (1214-1274)
LOS VASOS
Eran pesados los vasos, cuando vinieron a nosotros; pero cuando estuvieron llenos de vino puro,
se aligeraron y estuvieron a punto de volar con lo que contenían, del mismo modo que los cuerpos se aligeran con los espíritus.
De Idris Ben Al-Yaman, de Ibiza (siglo XII)
EL ARCO
Me maravillo de la ingratitud del arco, porque no es leal con las palomas del boscaje.
Cuando era rama, fue su amigo, y ahora que es arco, las persigue. ¡Así son las vicisitudes de los tiempos!
De Ahmad Ben Waddah, apodado Al-Buqayra, de Murcia (muerto hacia 1135)
Los cuatro textos transcritos de la maravillosa traducción de don Emilio GARCÍA GÓMEZ, Poemas arabigoandaluces, 1940.
33.
El dolor la convirtió en conservadora.
Allí donde los fósforos tocaron su carne, ostenta una cicatriz.
La policía llega al alba
como llegan la muerte y el nacer.
Ciudad de imprevistos, tu mapa real
es la maraña de todas nuestras líneas de la vida.
El instante en que un sentimiento penetra el cuerpo
es político. /Esta caricia es política.
Sueño a veces que flotamos en el agua
tomados de la mano y /nos hundimos sin terror.
Adrienne Rich, de Gazales, en traducción de Myriam Díaz-Diocaretz.
32.
El Rata y el Sepulturero me han prometido volver como mucho dentro de una semana. Venderán las pieles y traerán comida, tabaco y alcohol. Al marcharse, me dejaron un poco de tocino, una botella empezada de espíritu de vino y algunas tabletas de chocolate. Con esto tengo que satisfacer mis necesidade hasta que vuelvan. Poco después de que mis compañeros se marcharan, cayó un aguacero. Duró todo el día y toda la noche sin tregua. Quedé calado hasta los tuétanos. Al día siguiente, me construí una cabaña, pero me salió minúscula y tenía goteras. Entonces, recogí cortezas y empecé a montar un gran cobertizo. Trabajé muchas horas, pensando en cada detalle. Finalmente, lo acabé y lo coloqué sobre cuatro postes encima de la hoguera, que la lluvia anegaba continuamente. Acto seguido, resguardado por arriba, le añadí tres paredes laterales. La leña estaba empapada y humeaba. Esto era molesto al tiempo que peligroso, porque el humo podía delatar mi presencia. A un kilómetro de mi escondrijo, descubrí unos montones de madera seca de abedul. Al primero le quité la tonga exterior de tarugos mojados y transporté hasta mi escondrijo los secos. Los coloqué bajo la techumbre de tal modo que la lluvia no pudiese humedecerlos. Así, tenía bastante leña para encender fuego y estaba al abrigo de las inclemencias del tiempo. El gato no me había abandonado. Cuando dejaba de llover, se iba al bosque. Volvía calado hasta los huesos, se restregaba contra mis piernas, se calentaba junto a la hoguera y me canturreaba su monótona canción. Su presencia me alegraba la vida. Yo le hablaba, compartíamos los restos de comida, y él se lo tomaba todo con una seriedad extraordinaria. Pero, a pesar de su porte altivo, mi compañero rabón parecía un vagabundo sin hogar más que un respetable cazador doméstico de ratones. Al caer la noche, yo iba al bosque. Tendía hilos a través de las veredas forestales que conocía palmo a palmo. Con ramas entrelazadas, construía barreras que cerraban el paso. A orillas de los ríos y torrentes, allí donde había vados, borraba los rastros antiguos para que la travesía de la cuadrilla dejara huellas nuevas. Después, volvía mi escondrijo. A menudo, me costaba encontrarlo en la oscuridad de la noche. Atizaba el fuego. Tapaba la entrada de mi cabaña y ponía alrededor varios obstáculos para que los que se acercaran tuvieran que hacer ruido. A continuación, asaba patatas al rescoldo de la lumbre. Me las comía con tocino. Echaba un trago de espíritu de vino y, sin reavivar el fuego, por miedo a que reverberara, me acostaba sobre anchas ramas de abeto, resinosas y templadas por las ascucas. La lluvia tamborileaba sobre la techumbre y caía a chorro dentro del alero. Las brasas de la hoguera llenaban de calor el interior de mi escondrijo. El gato se me arrimaba, ronroneando una canción. A pesar de sentirme del todo seguro, tenía las armas a punto. ¿Quién podría llegar hasta allí en la oscuridad? La noche, la madre de todos los infelices que se ven obligados a esconderse de la gente, me arrebujaba con su velo. Al amanecer, salía a examinar las huellas recientes en las veredas y en los pasos secretos. Sacaba conclusiones y me las grababa meticulosamente en la memoria.
Al otro día de marcharse mis compañeros al pueblo, caí en la cuenta de que el grupo del Araña había regresado a Polonia. A partir de entonces, no habían vuelto a cruzar la frontera. Quizá se lo hubiera impedido la lluvia. Era del todo imposible que su travesía me hubiese pasado por alto. Aunque se me hubieran escapado, camino de la Unión Soviética, habría tenido que verlos cuando volvía. ¡A mí nada me pasaba desapercibido! Sabía cuántos grupos pequeños habían cruzado la frontera y cuántos habían regresado. Lo deducía de las huellas y de muchas otras circunstancias que, juntas, formaban una fotografía de la vida nocturna de la frontera.
El sexto día de mi estancia en el bosque Krasnosielski llega a su fin. Ya no tengo ni gota de alcohol. El chocolate también se me ha acabado. Todavía me queda un poco de tocino. Lo ahorro como puedo y siempre tengo hambre. He aborrecido las patatas asadas sin sal. La cuadrilla del Araña todavía no ha pasado al otro lado de la frontera, de modo que nada me obliga a seguir vigilándola. Incluso en el pueblo sería más fácil conseguir alguna información sobre sus movimientos. Tras pensármelo bien, decido cruzar la frontera esta noche.
En todo el día no ha caído ni una gota, pero ahora vuelven a acercarse remolinos de nubarrones. Cubren el cielo sin dejar ni un resquicio. Oscurece. Caerá un aguacero impresionante. El gato está inquieto. Se acerca el anochecer. Todo se petrifica y parece como si las nubes galoparan por el cielo con un fragor sordo. Arrojo al fuego todos los tarugos y hago una gran hoguera. Me caliento y aso patatas. Las aparto a un lado. Saco del zurrón la última loncha de tocino. Le doy la tercera parte al gato y el resto me lo como con las patatas. Oscurece cada vez más. Me levanto. Le hago al gato una caricia de despedida y salgo de mi escondrijo. El gato maúlla. Tal vez tenga el presentimiento de que lo abandono para siempre. Camino a través del bosque hacia el sendero que conduce a Zatyczno. En la lejanía, se oy en los suspiros sordos y pesados de los truenos. Se acercan. Se desencadena un viento que corre por las alturas, por las cúspides de los árboles, llenando el bosque de un rumor quejumbroso. Cierra la noche. A duras penas me abro paso entre árboles. De improviso, un largo relámpago verde cae sobre el bosque. Abajo, casi en las entrañas de la tierra, se oye el trueno que huye hacia las tinieblas en oleadas grávidas... Otro relámpago, ahora amarillo, corta el aire... El tercero, rojo, explota como un fuego de artificio... El cuarto, dorado, se entrelaza con la oscuridad en la lontananza... El quinto, blanco, arranca la noche de la tierra y, durante un rato, puedo ver con toda claridad cada tronco, cada rama, cada hoja... Después, los relámpagos caen a puñados. Se entrecruzan, se esquivan... Uno corre en pos del otro. Derraman torrentes de luz entre los árboles. El aire vibra... Los árboles tiemblan... Un huracán... El viento rompe ramas y derriba árboles. Los relámpagos hacen trizas los pinos, los abetos y los abedules más robustos. El bosque se estremece...
Sigo avanzando. Desde lo alto, me caen en la cabeza ramas segadas. A derecha y a izquierda se desploman algunos árboles. En el cielo, parpadean los relámpagos. El rumor atemorizado del bosque se confunde con los silbidos del viento y con el eco de los truenos. Llevo la linterna en la mano, pero no necesito encenderla. Los relámpagos me iluminan el camino. Por fin, llego a las lindes del bosque. Camino a campo traviesa. Aquí no hay tanto peligro. No me aplastará la cabeza ningún árbol truncado, no me golpeará ninguna rama que se desploma desde las alturas. Empieza un chaparrón. Riadas inundan los campos de cultivo. Pronto estoy completamente calado. Intento encender la linterna. Está estropeada. Entonces, me saco del bolsillo las armas y camino con los dos revólveres en la mano. Hago la tentativas de salir a la carretera. Si no, con este tiempo de perros no sabría encontrar la dirección correcta. Por fin doy con ella. La examino un buen rato antes de decidir si sigo adelante. Tengo miedo de extraviarme. Avanzo. Llevo las armas a punto. Bajo la lluvia, chapoteo por interminables charcos. En las orillas de la carretera, torrentes de agua se precipitan cuneta abajo. “¿Qué hará ahora el gato? Seguro que no ha quedado ni rastro de mi escondrijo del bosque”. Camino y camino por la carretera. Dejo atrás algunos puentes. Los cuento. Por aquí debe estar el puente de la segunda línea de la frontera. Me detengo y aguzo el oído, pero al cabo de un rato sigo adelante. “¿Se puede oír algo en medio de este huracán de sonidos?” Entro en el puente. Avanzo poco a poco, concentrado, con lo índices sobre los gatillos de los revólveres. “¿Y si alguien me tiene en el punto de mira?” De repente, estoy en un tris de caerme. No he disparado por un pelo. Me detengo y toco con el pie algo blando. Es un saco de heno que se le ha caído a alguien del carro. Sigo avanzando. La carretera se encarama por la ladera resbaladiza de una colina. Un kilómetro me separa de la frontera. Paso tras paso, me abro camino con cautela. En un lugar, miro las saetas fosforescentes de mi reloj. Son las diez. Si me doy prisa, dentro de una hora estaré en la guarida. Intuyo que la frontera está muy cerca. Me desvío de la carretera hacia la izquierda y, pronto, sumergido en el agua hasta la cintura, atravieso un arroyo que en condiciones normales no es muy profundo. A juzgar por su aspecto, en breve se convertirá en un río. Finalmente, me acerco al pueblo. Enfilo la calle Minska, después entro en la plaza mayor y, desde allí, me encamino hacia Slobódka. Al poco, llego a nuestra guarida. Subo al piso de arriba, reptando por la techumbre y llamo al postigo del desván. Al cabo de un rato, se oye la voz del Sepulturero:
—¿Quién va?
—Soy yo, Wladek.
El postigo se abre bruscamente. Me escabullo en el desván. Hay una vela encendida sobre una caja tumbada boca arriba. Al lado, está sentando el Rata. Delante de él, unas botellas y algo para picar. El Rata me saluda con alegría:
—¡En nombrando el ruín de Roma! ¡Has elegido el momento oportuno! Tenía la intención de ir a buscarte hoy mismo, pero me ha salido un negocio urgente en el pueblo y lo he dejado para mañana...
—Dadme de beber y de comer —les digo a mis compañeros—, he pasado mucha hambre.
Apuro un vaso de vodka en un santiamén y engullo gruesas tajadas de jamón. Calmada la primera hambre, me desnudo, me quito las botas y me pongo ropa seca.
El Rata me cuenta que el Araña, tras aquella primera vez, ha hecho un descanso, porque los comerciantes no tendrán mercancía hasta que llegue un envío de Vilnius.
—He estado pudriéndome allí para nada —le digo al Rata.
—No. Lo aprovecharemos más adelante. Ahora conoces mejor las rutas de los “elefantes”...
Después, el Rata me entrega mil novecientos sesenta dólares. Es mi parte de nuestros últimos trabajos. Ahora, contando lo que he ganado últimamente y lo que le dejé en depósito a Pietrek, tengo más de cuatro mil dólares. Para mí es una suma exorbitante. Ahora podría hacer lo que me aconsejó Saszka: dejar este oficio e irme a vivir a una ciudad. Le doy vueltas a la idea, pero el Rata me interrumpe. Nos expone el plan del próximo trabajo. Se acalora, blande los puños al mencionar a los bisoños y nos enardece con su fervor.Aún apuramos una botella de aguardiente, brindamos por la buena suerte, y nos acostamos. El Rata no volvió a su casa, sino que se quedó con nosotros por culpa del aguacero. Me contó que el novato a quien yo había herido se estaba curando en el pueblo a escondidas, y que aquel grupo había vuelto sin dinero y sin el representante de los mercaderes. Fumamos un buen rato, dándole a la sin hueso en voz baja. Por encima de nuestras cabezas, se enfurecía la tempestad. Me dormí. Aquella noche soñé con elefantes, no elefantes africanos o indios, sino los nuestros, los de la zona fronteriza, aquellos a los que los gatos viejos han bautizado con este nombre despectivo. Los espiaba, los perseguía, los atrapaba. Me ayudaba un gran gato pelirrojo con la cola cortada y las orejas hechas jirones.
31.
que crezca, de tu casa,
a una buena media hora por lo menos, porque así
tendrás que caminar y te pondrás
fuerte
y yo agradeceré la linda hoja.
Bertolt Brecht (Augsburgo, 1898-Berlín, 1956)
30.
Por mi fe, muchas veces me pregunto
qué hacíamos tú y yo antes de querernos.
¿Como niños aún no destetados
seguíamos chupando domésticos placeres?
¿Roncábamos tal vez en la caverna
de los Siete Durmientes? Así era.
Aquel u otro placer sólo fue sueño,
y si yo alguna vez vi una belleza
que deseé y obtuve, no era nada
sino un sueño de ti.
Y ahora, ¡buenos días!
al doble despertar de nuestras almas,
que de nervios no aciertan a mirarse.
Porque el amor gobierna
todo el amor oculto de las cosas,
y hace de un todas partes, poco espacio.
Bien está que se fueran a buscar nuevos mundos
tantos descubridores, y que muestren los mapas
un mundo y otro mundo,
y el que somos cada uno de nosotros.
En tus ojos mi rostro,
en los míos el tuyo se retrata,
y los rostros reflejan
dos corazones sanos y leales.
¿En dónde encontraríamos mejores hemisferios,
sin crudo norte ni poniente en mengua?
Sólo mueren las mezclas desiguales:
si nuestros dos amores son uno, o tan idénticos
que ni el tuyo ni el mío cede al otro,
ninguno de los dos puede morir.
John Donne (1572-1631)
Traducción de Blanca y Maurice Molho con retoques catetos.
29.
La cabeza de ajos me trajiste
igual que a Salomé la del Bautista,
un regalo cargado de nutrientes
que arregla desde el ano hasta la vista.
Unos dientes de ajo sobrepasan
el valor de una joya diamantina
y ese olor derivado del azufre
enriquece el sabor en la cocina.
En el amor, combate la flojera
mas siempre para ser bien tolerado
es preciso que a fuerza de costumbre
se lo tomen los dos enamorados.
Margarita Gautier para la tisis,
Nostradamus la peste combatía.
De la planta del ajo se desprende
la cura de cualquier osteopatía.
Una ristra de ajos tras la puerta
ahuyenta las reacciones del demonio.
No hubiera fracasado Cleopatra
de haberle dado ajo a Marco Antonio.
Pierde grandes efectos si lo cueces.
No combina con tarta o fruta dulce.
Depurando va todas las arterias,
jubilosa la sangre se conduce.
Y, claro, ya llegó la moraleja:
Incluye el ajo crudo en tus recetas
y vive con salud en esta dieta.
Rosa Sanz, Mientras hablamos, Poesía a pie de calle, La Zubia, GRANADA, 2004.
28.
El malevo fullero y compadrito
salió a esperar la mina que volvía
de entregar las camisas que cosía
pa’ la tienda del boncha Garabito.
-¡Shalute! -fue el recibo del compadre-.
Dame pronto la guita que es muy tarde
y no te rechiflés porque te juro
qu’embroncao como estoy voy a fajarte
como todos los días, pa’enseñarte.
La percanta sonrió ladinamente
y se acercó al matón para entregarle
el pago que el yorugua de la tienda
l’entregara por su laburo ingente.
-Tomá pa’ vos, que en esta mishiadura
no aguanto más tu trato delincuente
-y sacando el seis tiros sin apuro
al cafishio tumbó, tranquilamente.
Alina Paula Fernández Arlaud
27.
Otra sura, la XVIII, dice que de los yenún se han derivado Satán y los demás demonios.
Se les considera generalmente como portadores de mal, peligrosos y maliciosos.
Como ya estaban sobre la tierra antes de que llegaran los hombres, están resentidos y celosos de su presencia y por eso tratan de hacerles mal en todo tiempo.
Dios empezó a crear el mundo en domingo y terminó en viernes, un poco antes de la oración de la tarde y, no teniendo tiempo para crear al yin completo, le puso pies de cabra o de burro y, como lo sujetaba por el labio superior mientras lo hacía, se quedó como pellizcado.
Para compensar al yin de sus faltas, Dios lo hizo invisible al hombre y no al contrario. Hay yenún musulmanes, cristianos, hebreos, negros, urbanos, campesinos... con toda clase de profesiones como los hombres.
Su número es uno más o uno menos de la mitad de los hombres.
No está muy clara la creencia de que cada humano tenga un yin correspondiente.
Se les puede ver solamente desde las once de la noche a la una de la madrugada salvo los viernes en los que se les puede ver hasta la salida del sol.
Pueden tomar la forma de animales domésticos o salvajes. Perros, gatos y chacales suelen ser yenún peligrosos. Los chacales además pueden ser guardianes de tesoros.
Entran en cualquier sitio aunque esté cerrado.
Los perros yenún no padecen ni contagian la rabia, pero sí fiebres, parálisis, trastornos nerviosos y hemorragias.
Durante su tiempo libre se retiran a lugares sucios, húmedos, oscuros o desiertos: paredes, hornos, cementerios, tumbas aisladas, alcantarillas, pequeños puentes, esquinas de mezquitas o sinagogas, precipicios, bordes y lechos de ríos, rocas... No obstante, morabos, mezquitas y cementerios pueden ser temporalmente lugares donde cualquiera puede protegerse de los yenún.
Los yenún cristianos son más peligrosos que los musulmanes y éstos, a su vez, lo son más que los hebreos. Ni los yenún judíos ni los negros tienen categoría social en su mundo.
Los yenún pueden ser buenos o malos, pero siendo esto esencia de sentimiento subjetivo, moral y humano, los hombres desconfían siempre de las intenciones de los yenún.
Entre los Aith Waryaghar se suelen hacer invocaciones cuando se está en presencia de los yenún:
Aithbab umxam (dueños del lugar).
Aithbab uj-jám (dueños de la casa) a diferencia de:
Aradya uj-jám (dueña de la casa): Dhayenith ogra o hiena a quien le gusta la carne humana. Es invisible y camina bajo tierra. Se instala en casas de preferencia abandonadas y se hace la verdadera dueña tan pronto como el pollo del sacrificio ha sido matado en la casa.
Traducción libre de Juan Román del texto “The Jnun”, del libro de David Montgomery Hart, The Aith Waryaghar of the Moroccan Rif: Au Ethnography and History, The University of Arizona Press, 1976, p. 154 y ss; recogido en El mundo invisible de los yenún, de Juan Román (textos) y Piero Biasión y Franca Giannini (fotografías), número 4 de la colección Zaguán de África, Servicio de Publicaciones de la Ciudad Autónoma de Melilla, 1996, pp. 30-31.
26.
La segunda vez la detención se produjo justo después de comprar el billete, frente a una máquina de tabaco. Caminé de nuevo por los pasillos entre los dos policías. Pero nadie en el aeropuerto advirtió qué ocurría. Nadie nos miró en ningún momento. Yo entonces era tan alto como los agentes, vestía traje y andaba tan rápido y dispuesto como ellos. Recorrimos el enorme suelo suelo encerado a grandes pasos, con cierta urgencia. Yo hasta me permití mirar con recelo a algunos sitios, como buscando a alguien o sospechando de alguna maleta. Me alisaba la corbata y giraba en las esquinas con decisión. Con voz grave, conseguí decir mirando al frente: vayamos a consigna, allí estará el capitán. Al llegar, el capitán preguntó qué había ocurrido. Yo entonces le expliqué cómo había encontrado a los dos impostores.